Domingo 12º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Evangelio: Marcos 4,35-41

 

Texto


    35Aquel día, caída ya la tarde, les dijo:
    - Crucemos al otro lado.
    36Dejando a la multitud, se lo llevaron tal como estaba, en la barca, aunque otras barcas estaban con él. 37Sobrevino un fuerte torbellino de viento; las olas se abalanzaban contra la barca, y la barca empezaba ya a llenarse; 38él se había puesto en la popa, sobre el cabezal, a dormir. Lo despertaron y le dijeron:
    - Maestro, ¿no te importa que perezcamos?
    39Una vez despierto, conminó al viento diciéndole al mar:
    - ¡Silencio, estate callado!
    Cesó el viento y sobrevino una gran calma.
    40Él les dijo:
    - ¿Por qué sois cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
    Les entró un miedo atroz y se decían unos a otros:
    - Pero entonces, ¿quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

Notas

    El episodio sigue a la enseñanza en parábolas; con ellas, Jesús presenta la radical novedad su proyecto, el Reinado de Dios, y su carácter universalista, acogedor y no excluyente.
    Jesús propone cruzar el lago y dirigirse a una región pagana. Un grupo, los seguidores que representan la ortodoxia y la fidelidad religiosa judías, intentan acaparar a Jesús y se lo llevan ellos solos, a pesar de la presencia de otros seguidores de Jesús. El secuestro revela el deseo de controlar la misión en territorio pagano para que esta se desarrolle dentro de la ortodoxia judía, que afirma la superioridad de Israel frente al resto de las naciones.
    Este intento provoca, por un lado, el que Jesús haga como que se desentiende del asunto (se duerme) y, por otro lado, que se levante un viento fuerte que causa una tempestad que amenaza con hundir la barca: la misión no puede desarrollarse en esas circunstancias, el fracaso se vislumbra en el horizonte,
    Sólo cuando se lo piden, Jesús interviene para calmar la tempestad, dirigiéndose al viento y al mar bravío en los mismos términos que lo había hecho con los espíritus inmundos (Mc 1,25).
    La cobardía y la falta de fe que echa en cara de sus discípulos se refieren precisamente al miedo de soltar amarras con su mundo anterior y de asumir sin recelo la novedad del mensaje de Jesús.

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