20 Fue a casa, y se reunió de nuevo tal multitud que ellos no podían ni comer pan; 21 al enterarse los suyos se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio. 22 Los letrados que habían bajado de Jerusalén iban diciendo: - Tiene dentro a Belcebú. Y también: - Expulsa los demonios con poder del jefe de los demonios. 23 Él los convocó y, usando analogías, les dijo: - ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24 Si un reino se divide internamente, ese reino no puede seguir en pie; 25 y si una familia se divide internamente, no podrá esa familia seguir en pie. 26 Entonces, si Satanás se ha levantado contra sí mismo y se ha dividido, no puede tenerse en pie, le ha llegado su fin. 27 Pero no, nadie puede meterse en la casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no ata al fuerte; entonces podrá saquear su casa. 28 Os aseguro que todo se perdonará a los hombres, las ofensas y, en particular, los insultos, por muchos que sean; 29 pero quien insulte al Espíritu Santo no tiene perdón jamás; no, es reo de un pecado definitivo. <![if !vml]><![endif]><![if !vml]><![endif]> 30 Es que iban diciendo: - Tiene dentro un espíritu inmundo. 31 Llegó su madre con sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. 32 Una multitud estaba sentada en torno a él. Le dijeron: - Mira, tu madre y tus hermanos te buscan ahí fuera. 33 Él les replicó: - ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? 34 Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él, dijo: - Mirad a mi madre y a mis hermanos. 35 Cualquiera que cumpla el designio de Dios, ése es hermano mío y hermana y madre. |
Reacciones que provoca la elección de Los Doce, «para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar» (Mc 3,13-19), gesto que constituye la ruptura con el viejo Israel, que se considera fracasado y caduco. Tres reacciones distintas aparecen en este pasaje. Una primera, inicialmente positiva, pero que aún no está plenamente madura: mucha gente que, descontenta con la situación en la que vivían, se acerca a Jesús; pero le impiden estar con los Doce para explicarles su proyecto. Se alude enseguida a “los suyos”, esto es, el círculo familiar, los parientes de Jesús que consideran que la iniciativa de Jesús es un síntoma inequívoco de haber «perdido el juicio». El tercer lugar se desarrolla la reacción de la jerarquía religiosa, que ve en peligro sus privilegios y comienza una campaña de desprestigio de Jesús (lo acusan de estar endemoniado) y de su actividad (los signos que Jesús realiza los consideran magia negra, y los atribuyen al poder del diablo). Aunque los letrados no se dirigen a Jesús, éste los convoca y les descubre la contradicción en la que están cayendo: Jesús libera a los seres humanos del dominio de toda ideología esclavizadora (expulsa demonios que se ha instalado dentro de la institución religiosa); Belcebú/Satanás es la personificación de esa ideología (Mc 1,21-28). Por eso es contradictorio decir que Jesús libera con la ayuda de Satanás: éste estaría haciéndose la guerra a sí mismo. Por eso la acusación de los letrados revela su mala fe, de la que será imposible que salgan mientras sigan afirmando que el Espíritu que impulsa a Jesús es un espíritu inmundo (esto es, un fuerza interior, una ideología que impulsa a ir en contra del plan de Dios). La reacción de los parientes de Jesús (su entorno familiar en general, la comunidad humana de la que Jesús procede; no se dan nombres ni de sus parientes ni de su madre) es, probablemente, de miedo: si se enfrenta a la institución religiosa, si desafía con sus palabras y sus hechos al poder, acabará mal; tal vez por eso, dicen que ha perdido el juicio: un loco no es responsable de lo que dice o hace y, por tanto, no se le puede castigar. Jesús responde a su preocupación declarando que, por encima de los lazos de sangre, por encima del origen de una persona, se sitúa otro tipo de relación: la que se crea al compartir un proyecto de humanidad que procede del mismo Dios: convertir el Mundo en un mundo de hermanos y hermanas. |