12 Inmediatamente [tras la voz del cielo, después del bautismo] el Espíritu lo empujó al desierto. 13 Estuvo en el desierto cuarenta días, tentado por Satanás; estaba entre las fieras y los ángeles le prestaban servicio. 14 Cuando entregaron a Juan llegó Jesús a Galilea y se puso a proclamar la buena noticia de parte de Dios. 15 Decía: - Se ha cumplido el plazo, está cerca el reinado de Dios. Enmendaos y tened fe en esta buena noticia. |
Jesús no necesitaba bautizarse; lo hizo para solidarizarse con el movimiento iniciado por Juan Bautista y para comprometerse en la tarea que Dios le había encomendado. Una voz del cielo -de Dios- que lo proclamó Hijo suyo y la presencia del Espíritu reveló que en él ya había llegado a término la obra creadora de Dios; con él comienza la nueva y definitiva humanidad (Mc 1,9-11). La fuerza del Espíritu empuja a Jesús a dar comienzo a su éxodo -los cuarenta días, recuerdan los cuarenta años del primer éxodo-, proceso de liberación que llevará a una nueva tierra, tierra de justicia y libertad. Ese proceso, por un lado, será conflictivo; Satanás, símbolo del poder opresor, lo someterá constantemente a prueba intentando una y otra vez desviarlo de su camino ofreciéndole otro camino, el del poder; después, por medio de sus aliados, las fieras que representan los poderes opresores políticos y religiosos, violentos y homicidas, tratará de acabar con su vida. Pero Jesús no estará solo; contará con el impulso del Espíritu y con la colaboración de otros hombres (ángeles, ver 1,2: Como estaba escrito en el profeta Isaías: “Mira, envío mi mensajero [en griego ‘ángelos’] delante de ti; él preparará tu camino”; y en 1,4 se identifica a ese mensajero/ángel con un hombre, con Juan Bautista), que le ayudarán en su tarea. Jesús no sale del desierto: éste será, en adelante, el marco en el que se desarrollará toda su actividad y su vida. El desierto, por tanto, está representando a la sociedad israelita de la que Jesús se separa no física o localmente, sino en cuanto a los valores. Eliminado violentamente el Bautista, Jesús da inicio a su misión. Se presenta de parte de Dios, y su mensaje hace alusión al plazo que los profetas habían fijado para la definitiva intervención de Dios (ver, p. ej.: Dn 12,4) que hará posible una manera de vivir y de convivir (reino) cimentada en la justicia. Para hacerla posible es necesario cambiar de vida (Jesús asume ese aspecto de la predicación del Bautista: enmendaos) y acoger su mensaje, que califica como buena noticia, para el que pide a sus oyentes la confianza y la adhesión (fe) necesarias para que ese proyecto sea posible. |