7 Y proclamaba Juan: -Llega detrás de mí el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para agacharme y desatarle la correa de las sandalias. 8 Yo os he bautizado en agua, él os bautizará con Espíritu Santo. 9 Sucedió que en aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. 10Inmediatamente, mientras salía del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar como paloma hasta él. 11Hubo una voz del cielo: -Tú eres mi Hijo, el amado, en ti he puesto mi favor. |
Juan, mediante la imagen del matrimonio (alusión a la ley del levirato, ver Rut 3,5-11), anuncia una nueva alianza, un nuevo modelo de relación con Dios, que se deberá iniciar con un bautismo, también nuevo, distinto al que él mismo administra, en el que el agua será sustituida por el Espíritu de Dios. Jesús se acerca al Jordán, a donde Juan predica y éste le administra su bautismo. Jesús no confiesa sus pecados al ser bautizado, como el resto de los que se acercaron al bautista (Mc 1,5) porque para Jesús este bautismo no es sino expresión de solidaridad con la misión de Juan y compromiso de realizar su propia tarea hasta el fin, hasta el don de la propia vida (ver Mc 10,38). Al asumir Jesús este compromiso de servicio a la humanidad, se restablece la comunicación del cielo y la tierra, de Dios con la humanidad, en la que puede ahora posarse el Espíritu, llevando a su término la acción creadora de Dios. La voz del cielo identifica a Jesús con el Mesías esperado, con el Siervo de Yawhé (Is 42,1; 49,1-13; 50,4-9), del que se afirma que goza del amor y de la predilección de Dios. |