[19 30 Todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros.] 20 1 Porque el reinado de Dios se parece a un propietario que salió al amanecer a contratar jornaleros para su viña. 2 Después de ajustarse con ellos el jornal de costumbre, los mandó a la viña. 3 Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo 4 y les dijo: - Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo que sea justo. 5 Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6 Saliendo a última hora, encontró a otros parados y les dijo: - ¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar? 7 Le respondieron: - Nadie nos ha contratado. Él les dijo: - Id también vosotros a la viña. 8 Caída la tarde, dijo el dueño de la viña a su encargado: - Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros. 9 Llegaron los de la última hora y cobraron cada uno el jornal entero. 10 Al llegar los primeros pensaban que les darían más, pero también ellos cobraron el mismo jornal por cabeza. 11 Al recibirlo se pusieron a protestar contra el propietario: 12 - Estos últimos han trabajado sólo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos cargado con el peso, del día y el bochorno. 13 Él repuso a uno de ellos: - Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en ese jornal? 14 Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último lo mismo que a ti. 15 ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío?, ¿o ves tú con malos ojos que yo sea generoso? 16 Así es como los últimos serán primeros y los primeros últimos. |
La lectura debería comenzar con el versículo anterior («Todos, aunque sean primeros, serán últimos, y aunque sean últimos, serán primeros», 19,1) que junto con el que la cierra («Así es como los últimos serán primeros y los primeros últimos», 20,16), incluye en dos frases paralelas toda la parábola y resume su significado. La viña es el Reino de Dios, la comunidad de Jesús en la que debe realizarse el proyecto de Dios para toda la humanidad. El trabajo, la actividad que desarrollan sus miembros para implantarlo. Los trabajadores, los miembros de la comunidad. El jornal, el reconocimiento, la dignidad que corresponde a cada uno de ellos. Podríamos hacer una lectura de la parábola a partir de la profecía de Isaías: ...no son vuestros caminos. La parábola que nos presenta el evangelio explicita con un claro ejemplo estas palabras que hemos escuchado en la primera lectura: la desigualdad es un rasgo constante en las organizaciones humanas; la remuneración por el trabajo refleja siempre una obscena escala de desigualdades; y la diversidad en el trabajo y en su remuneración dan lugar a diferencias escandalosas en el nivel de bienestar, en el reconocimiento social, en la capacidad de influir en las decisiones de la sociedad... Esos son los caminos humanos, no los de Dios. Mis caminos... El mensaje es claro: sin hacer injusticia a nadie, Dios paga a todos por igual, garantizando para todos una misma dignidad; y lo hace así porque es, al mismo tiempo, justo, pagando el jornal convenido, y generoso, igualando el salario de los que encontraron trabajo al final de la jornada con el de los que fueron contratados a primera hora. Y así debería ser el mundo si estuviera organizado según los planes de Dios. El sentido global de la parábola se muestra diáfano: el Reino de Dios es una sociedad de iguales sin que ni la mayor capacidad de trabajo, ni la antigüedad, ni la tarea concreta que cada uno realiza den derecho a privilegios de ningún tipo; porque el salario no depende del trabajo, sino de la generosidad del Padre que quiere por igual a todos sus hijos y quiere que todos vivan con la dignidad que corresponde a los hijos e hijas de Dios. |