Domingo 5º de Cuaresma - Ciclo B
Evangelio: Juan 12,20-33
20Algunos de los que subían a dar culto en la fiesta eran griegos; 21éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: |
Lo que cuenta el evangelio de hoy sigue al relato de la entrada de Jesús en Jerusalén.
Entre los presentes, había algunos griegos que habían subido a dar culto al templo de Jerusalén pero que, al menos por el momento, dejan a un lado su propósito primero y se interesan por conocer a Jesús; tras la mediación de Felipe y Andrés -la misión con los paganos corresponderá a la comunidad, no a Jesús- éste señala que tal misión se abrirá a partir de su hora, de su entrega, que será la semilla de la que brote el fruto de una nueva humanidad, de una fraternidad universal. Exigencia necesaria para que la semilla fructifique es que caiga en tierra: Jesús, con esta metáfora, está anunciando su ya próxima entrega. Cuando su hora llegue manifestará el amor salvador de Dios abierto desde ese momento, desde esa hora, a toda la humanidad.
Para poder asumir esta tarea hay que entender algo: la vida, en medio del orden este, no es verdadera vida, porque es esclavitud y miedo a la muerte; la verdadera vida es incompatible con este orden homicida. Ser discípulo supone adoptar este punto de vista, para así poder abrazar el proyecto de Jesús como tarea y como modo de vida; el que lo haga debe estar seguro de que el Padre estará siempre cerca de él.
Esta perspectiva, sin embargo, no es de ninguna manera fácil o agradable porque supone el tenérselas que ver con la injusticia de un sistema fundado sobe el odio y el asesinato. Jesús será el primero en experimentar todo ese horror. Pero su muerte será también manifestación del amor de Dios y, como tal, se convertirá en foco de atracción para todos los hombres de buena voluntad; y, al mismo tiempo, constituirá, en sí misma, la sentencia condenatoria del jefe y de los jefes de este mundo.