16 1 Transcurrido el día de precepto, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarlo. 2 El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro ya salido el sol. 3 Se decían unas a otras: -¿Quién nos correrá la losa de la entrada del sepulcro? 4 Al levantar la vista observaron que la losa estaba corrida (y era muy grande). 5 Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, envuelto en una vestidura blanca, y se quedaron completamente desconcertadas. 6 Él les dijo: -No os desconcertéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron 7 y ahora, marchaos, decid a sus discípulos y, en particular, a Pedro: «Va delante de vosotros a Galilea; allí lo veréis, como os había dicho». |
Es el primer día de la semana, el primer día de la nueva creación. Comienza un mundo nuevo, nace una nueva humanidad. Las mujeres que habían observado desde lejos la crucifixión y también cómo colocaban a Jesús en el sepulcro, después de respetar el descanso del sábado -no habían roto todavía con el mundo viejo- y seguras de que la muerte había vencido definitivamente a Jesús, van al sepulcro en donde esperan encontrar el cadáver de Jesús para embalsamarlo con los aromas y ungüentos que había preparado. Encuentran el sepulcro abierto y ven, dentro de él, un joven que representa a Jesús mismo, pero al que ellas no reconocen, que se ha incorporado ya a la esfera de la divinidad («sentado a la derecha»), vencedor de la muerte. Ante el desconcierto de las mujeres, el joven, trata de calmarlas y les da la noticia de la resurrección de Jesús: lo que parecía un fracaso ha terminado en triunfo; el sepulcro vacío así lo demuestra. Y les da un encargo para sus discípulos -y en especial para Pedro, a quien el miedo lo llevó a renegar de Jesús: volverán a verlo, como les había anunciado en Getsemaní (14,28). Tienen que volver a donde empezó todo, para rehacer el camino, para aprender lo que no habían aprendido -en qué consiste seguir a Jesús- y para aceptar lo que todavía no aceptaban: un mesianismo que pasa por el conflicto con los poderes opresores del ser humano y el riesgo que ese enfrentamiento implica; y para que ellos empiecen a anunciar a toda la humanidad el mensaje de Jesús, la cercanía del Reinado de Dios y las condiciones necesarias para incorporarse al ese proyecto, tal y como hizo Jesús en sus comienzos, allí en donde ahora los cita, ya resucitado: en Galilea. |