Sagrada Familia
Evangelio: Lucas 2,22-40
22Cuando llegó el tiempo de que se purificasen conforme a la Ley de Moisés, llevaron al niño a la ciudad de Jerusalén para presentarlo al Señor 23(tal como está prescrito en la Ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor) 24y ofrecer un sacrificio (conforme a lo mandado en la Ley del Señor: Un par de tórtolas o dos pichones). 29-Ahora, mi Dueño, según tu promesa, 33Su padre y su madre estaban sorprendidos por lo que se decía del niño. 34Simeón los bendijo y dijo a María su madre: |
José y María cumplen con los ritos que van integrando al niño recién nacido en la sociedad israelita. Se presentan en el templo para presentar la ofrenda prescrita en el libro del Levítico (Lv 12,6-8), la que corresponde a las familias más pobres.
Dos profecías sorprenden a la joven pareja. La de Simeón, acción de gracias por la salvación que ya se da por realizada y que rompe la limitación de la esperanza israelita: se beneficiarán de ella todas la naciones, aunque Israel, sigue en el centro de la acción de Dios. Esa salvación se realizará, sin embargo, en medio de conflictos. Y la de Ana, que aquel niño realizará la esperanza de quienes aguardaban la liberación de Jerusalén.
El niño crece físicamente y en sabiduría, siempre presentes el favor y el Espíritu de Dios: va creciendo a la vez un hijo de hombre y un hijo de Dios.