Domingo 3º de Pascua - Ciclo A
Salmo responsorial: Salmo 15, 1-2.5.7-11
Texto |
1 Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; 2 yo digo al Señor: «Tú eres mi bien». 5 El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano: 7 Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. 8 Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. 9 Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena: 10 porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. 11 Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. |
Notas |
Petición, confianza y alabanza. El salmista comienza solicitando la protección del Señor Dios que es, para él, el bien por excelencia. A continuación bendice a Dios con quien muestra tener una gran intimidad de la que nace la seguridad de siempre su vida estará a salvo. El autor, quizá un levita, afirma que su riqueza, -el lote que a él le corresponde en el reparto de la tierra- es el Señor, siempre presente junto al salmista, lo que es para él causa de seguridad, alegría y serenidad; y de una esperanza que parece trascender la misma muerte. El v. 30 -«porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción»- lo cita Pedro en el discurso que pronuncia después de recibir el Espíritu el día de Pentecostés (Hch 2,27.30-32), refiriéndolo a la resurrección de Jesús en la que alcanza su plenitud de sentido. |