¹² Mucho me queda por deciros, pero no podéis con ello por el momento. ¹³ Cuando llegue él, el Espíritu de la verdad, os irá guiando en la verdad toda, porque no hablará por su cuenta, sino que os comunicará cada cosa que le digan y os interpretará lo que vaya viniendo. ¹⁴ Él manifestará mi gloria, porque, para daros la interpretación, tomará de lo mío. ¹⁵ Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso os he dicho que toma de lo mío para daros la interpretación.

El c. 16 de Juan forma parte de lo que se conoce como los discursos de despedida. En este capítulo (más exactamente, desde 15,26) Jesús anuncia a sus discípulos que no estarán solos cuando se presenten los inevitables conflictos con el orden de este mundo: entonces contarán con un aliado excepcional, el Espíritu, que «cuando llegue, le echará en cara al mundo que tiene pecado, que llevo razón y que se ha dado sentencia» (Jn 16,9).
Las palabras de Jesús no agotan todo lo que él tiene que decir a los suyos; esta tarea de comunicación la continuará el prometido Espíritu que, en plena coherencia con su mensaje, les irá ayudando a interpretar la realidad, la vida, la historia, los acontecimientos que vayan sucediendo.
Puesto que el Espíritu es la fuerza de la vida y del amor de Dios manifestado en la entrega del mismo Jesús, será precisamente el amor la clave de interpretación de esa historia que, en conflicto con el mundo, irá siendo la historia de la implantación del reinado de amor de Dios, la plena realización de su Sabiduría, de su proyecto creador, de su designio salvífico en favor de la humanidad. Así brillará la gloria única del Padre, de Jesús y de su Espíritu.