Domingo 19º del Tiempo Ordinario - Ciclo A - Segunda lectura

Romanos 9,1-5

 

         1 Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento; me lo asegura mi conciencia, iluminada por el Espíritu Santo: 2 siento una gran pena y un dolor íntimo e incesante, 3 pues, por el bien de mis hermanos, los de mi raza y sangre, quisiera ser yo mismo un proscrito lejos del Mesías.
            4 Ellos descienden de Israel, fueron adoptados como hijos, tienen la presencia de Dios, la alianza, la Ley, el culto y las promesas; 5 suyos son los Patriarcas, y de ellos en lo humano nació el Mesías. ¡Dios que está sobre todo, bendito sea por siempre! Amén.

 

            Lamento de Pablo porque Israel, a pesar de haber gozado de manera privilegiada de la presencia de Dios, de la Alianza y la Ley, de la promesas, etc., a pesar de ser el origen humano del Mesías, no va a participar de la Nueva alianza, de la nueva realidad que comienza precisamente con Jesús Mesías.
            Su lamento nace de su perspectiva cristiana, aunque no puede sustraerse al hecho de que son sus hermanos de raza.
            La bendición final expresa la aceptación del designio de Dios y el reconocimiento de su grandeza, a pesar del rechazo de los hombres.