Domingo 17º del Tiempo Ordinario - Ciclo A - Segunda lectura

Romanos 8,28-30

 

      28 Sabemos también que, con los que aman a Dios, con los que él ha llamado siguiendo su propósito, él coopera siempre para su bien. 29 Porque Dios los eligió primero, destinándolos desde entonces a que reprodujeran los rasgos de su Hijo, de modo que éste fuera el mayor de una multitud de hermanos; 30 y a esos que había destinado, los llamó; a esos que llamó los rehabilitó, y a esos que rehabilitó les comunicó su gloria.

 

            El objetivo de la elección o de la vocación cristiana: llegar a constituir una multitud de hermanos. Dicho con otras palabras: convertir el mundo en un mundo de hermanos. Este es el objetivo del plan salvífico: una nueva humanidad formada por personas que asumen como modelo de persona a Jesús de Nazaret y que aceptan a Dios como padre común. Para que este objetivo se logre, Dios garantiza su colaboración a todos los que lo hacen suyo, mostrando así que aman a Dios.
            El primero de esta multitud es Jesús, el Hijo primogénito de Dios; los que se han propuesto vivir al estilo de Jesús -reproducir los rasgos de su Hijo- han sido hechos partícipes de la salvación -que es, por tanto una realidad ya presente- y de su gloria.