Domingo 15º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Segunda Lectura: Colosenses 1,15-20

 

Texto

[13 Porque él nos libró del poder de las tinieblas,
    trasladándonos al Reino de su Hijo querido,
14 por quien obtenemos la redención,
    el perdón de los pecados.]
15 Este es imagen de Dios invisible,
    nacido antes que toda criatura,
16 pues por su medio se creó
    el universo celeste y terrestre,
    lo visible y lo invisible,
    ya sean majestades, señoríos,
    soberanías o autoridades.
17 Él es modelo y fin del universo creado,
    él es antes que todo
    y el universo tiene en él su consistencia.
18 Él es también la cabeza del cuerpo,
    que es la Iglesia.
Él es el principio,
    el primero en nacer de la muerte,
    para tener en todo la primacía,
19 pues Dios, la Plenitud total
     quiso habitar en él,
20 para por su medio reconciliar consigo el universo
    lo terrestre y lo celeste,
    después de hacer la paz con su sangre
    derramada en la cruz.

Notas

   Himno de alabanza de las primeras comunidades cristianas en las que se ensalza la salvación recibida gracias a la acción de Jesús Mesías.
   La primera estrofa (que no se leerá en la celebración) resume el proceso salvador, describiéndolo como la transformación que Dios ha hecho que se produzca en los miembros de la comunidad, a quienes ha trasladado de las tinieblas al reino de su Hijo querido, lo que incluye el perdón de los pecados: la tiniebla es la sociedad humana organizada de modo contrario al plan de Dios; el perdón de los pecados supone la ruptura de toda complicidad con ese mundo; el Reino de Jesús es la comunidad cristiana, el grupo de aquellos que han decidido vivir de acuerdo con el mensaje de Jesús haciendo realidad su proyecto.
   En este proceso de salvación ocupa un lugar central el Hijo querido de Dios.
   En primer lugar él es la manifestación visible del Dios invisible: el único camino seguro para conocer quién y cómo es Dios.
   Él es también el modelo según el cual Dios creó el mundo; y también el fin de la creación. Esto significa que Dios creó el mundo y, sobre todo al ser humano, para que fuera como Jesús, para que realizara el proyecto que se encarna en la persona y que se explica en el mensaje de Jesús de Nazaret. Lógicamente, la relación del Hijo de Dios con la comunidad que intenta realizar este proyecto es especialmente estrecha y particular: él es su cabeza, da sentido y ordena su vida.
   En él Dios, origen y fuente de la vida, está presente en toda su plenitud; por eso su muerte no fue definitiva; al contrario, fue plenamente derrotada.
   Al final resume de nuevo la acción salvadora de Dios por medio de Jesús: su efecto ha sido la paz, abriendo la posibilidad de una convivencia armónica de todos los hombres (lo terrestre) entre sí y de estos con Dios.

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