Domingo 23º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Segunda lectura: Santiago 2,1-5

 

 

 

Texto

 

 Notas

  2          1 Hermanos míos, no confundáis la fidelidad a nuestro Señor Jesús, Mesías glorioso, con ciertos favoritismos 2 Supongamos que en vuestra reunión entra un personaje con sortijas de oro y traje flamante y entra también un pobretón con traje mugriento. 3Si atendéis al del traje flamante y le decís: «Tú siéntate aquí cómodo», y decís al pobretón: «Tú, quédate de pie o siéntate aquí en el suelo junto a mi estrado», 4¿no habéis hecho discriminaciones entre vosotros? y ¿no os convertís en jueces de raciocinios inicuos?
             5 Escuchad, queridos hermanos, ¿no fue Dios quien escogió a los que son pobres a los ojos del mundo para que fueran ricos de fe y herederos del Reino que él prometió a los que lo aman?

 

             No necesita demasiados comentarios este fragmento de Santiago: en la comunidad cristiana no se pueden enmascarar, con equívocas evocaciones a la caridad cristiana, favoritismos respecto a los ricos y poderosos. Es cierto que el mandamiento del amor es universal y debe abarcar a todos; pero esa universalidad debe respetar la predilección de Dios por los que son pobres en este orden social.
             La discriminación en favor de los poderosos y los fuertes supone usar la norma cristiana del amor del mismo modo que los jueces inicuos, que utilizan la ley para favorecer sus propios intereses o los intereses de “los suyos”.
             En el orden social que propone el evangelio (el Reino), los únicos privilegiados son los pobres; los ricos pueden incorporarse a él, pero renunciando a todo tipo de privilegios, incluido el privilegio de ser rico.