Domingo 34º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Segunda Lectura: Colosenses 1,12-20

 

Texto

    12 Damos gracias con alegría al Padre, que os ha capacitado para tener parte en la herencia de los consagrados, en la luz. 13 Porque él nos libró del poder de las tinieblas, trasladándonos al Reino de su Hijo querido, 14 por quien obtenemos la redención, el perdón de los pecados.
    15 Éste es imagen de Dios invisible, nacido antes que toda criatura, 16 pues por su medio se creó el universo celeste y terrestre, lo visible y lo invisible, ya sean majestades, señoríos, soberanías o autoridades.
    17 Él es modelo y fin del universo creado, él es antes que todo y el universo tiene en él su consistencia.
    18 Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia.
    Él es el principio, el primero en nacer de la muerte, para tener en todo la primacía; 19 pues Dios, la Plenitud total, quiso habitar en él, 20 para por su medio reconciliar consigo el universo, lo terrestre y lo celeste, después de hacer la paz con su sangre derramada en la cruz.

Notas

    Pablo da gracias a Dios por la salvación ya presente en los miembros de la comunidad de Colosas y recoge un himno de alabanza, cristológico, en el que se describe y se agradece la salvación recibida de Dios gracias a la entrega del Mesías Jesús.
    Comienza afirmando que los cristianos han sido liberados del dominio de los poderes contrarios al plan de Dios (
las tinieblas) y trasladados (ya, en el momento presente) al Reino de su Hijo. La comunidad cristiana es designada así como la porción de humanidad que se gobierna de acuerdo con el proyecto de Jesús de Nazaret, liberada ya de su complicidad con el orden injusto de este mundo y plenamente reconciliada con el Padre.
    Jesús, el Mesías, es, por un lado, el rostro humano de Dios; por otro la realización plena del proyecto de Dios acerca de la humanidad, el rostro divino del hombre, pues toda la creación tiene su origen y encuentra su sentido en él, nacido antes -primogénito, predilecto- de toda criatura.
    Su relación con la comunidad es especialísima: es la cabeza esto es, principio de una nueva humanidad nacida de la victoria sobre la muerte. Para esa comunidad no hay otro templo más que el mismo Jesús, pues «Dios, la Plenitud total, quiso habitar en él».
    El himno termina con una doble alusión a la reconciliación realizada por Jesús: primero, con su sangre, esto es, su fidelidad a su compromiso de amor hasta dar la vida por ello, ha hecho posible la paz entre los hombres y así abrió el camino para la plena reconciliación del universo con su Creador.

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