Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Segunda Lectura: 1ª Timoteo 2,1-8

 

Texto

    1 Según esto, lo primero que recomiendo es que se tengan súplicas y oraciones, peticiones y acciones de gracias por la humanidad entera, 2 por los reyes y todos los que ocupan altos cargos, para que llevemos una vida tranquila y sosegada, con un máximo de piedad y decencia.
    3 Esto es cosa buena y agrada a Dios nuestro salvador, 4 pues él quiere que todos los hombres se salven y lleguen a conocer la verdad. 5 Porque no hay más que un Dios y no hay más que un mediador entre Dios y los hombres, un hombre, el Mesías Jesús, 6 que se entregó en rescate por todos. Ese testimonio se dio a su debido tiempo 7 y de él me han nombrado pregonero y apóstol -digo la verdad, no miento-, maestro de los paganos fiel y veraz.
    8 En cualquier lugar que sea, quiero que las oraciones las digan los hombres; que levanten manos inocentes, sin ira ni rencores.

Notas

    Pablo, a través de Timoteo, exhorta a la comunidad a la oración para que la humanidad pueda vivir en paz y sosiego, -ese es también el objeto de la oración por los poderosos, que su gobierno contribuya a lograr ese fin- y pueda poner en práctica los valores evangélicos.
    Este modo de vida es el que Dios quiere: esa es la verdad que Dios comunica a los hombres y constituye, al menos en su inicio, la salvación que Dios ofrece para la humanidad toda.
    Insiste en que esta oferta de salvación es universal, porque procede del único Dios y ha sido lograda por el único que puede presentarse como mediador entre Dios y la humanidad. La misión de Pablo consiste precisamente en anunciar este mensaje a los paganos con fidelidad y veracidad.
    Termina volviendo al tema inicial, la oración: los que rezan deben hacerlo con sinceridad y coherencia: no se puede pedir a Dios que conceda a la humanidad una vida en paz y estar al mismo tiempo practicando la injusticia y alimentando odios y rencores.