Domingo 29º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Segunda Lectura: Hebreos 4,14-16

 

Texto

    14 Teniendo, pues, un sumo sacerdote extraordinario que ha pasado a través de los cielos, Jesús el Hijo de Dios, mantengamos firmes la fe que profesamos.
    15 Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado. 16 Acerquémonos, por tanto, confiadamente al tribunal de la gracia para alcanzar misericordia y obtener la gracia de un auxilio oportuno.

Notas

    El día más importante para un sumo sacerdote judío era aquel en el que le correspondía entrar en el santuario, pasando al otro lado de la cortina que ocultaba la estancia más sagrada del templo al resto de los fieles. El autor de Hebreos que presenta a Jesús como el único Sumo Sacerdote de la Nueva  Alianza, pone de relieve que éste no sólo ha pasado al otro lado de una cortina sino que, resucitado, ha traspasado la línea que separa la tierra del cielo, es decir, ha entrado, como hombre, en la esfera divina; lo que significa que ha realizado, de hecho, lo que el sacerdote judío realizaba ritual y simbólicamente.
    La presencia junto al Padre de este sumo sacerdote, que ha experimentado y por tanto puede comprender todas nuestras debilidades es garantía de salvación y fundamento de una actitud confiada ante Dios: su amor misericordioso y su ayuda eficaz no nos faltarán.

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