Festividad de Santiago Apóstol - Ciclo B
Segunda Lectura: 2ª Corintios 4,7-15
Texto |
7 Pero este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no viene de nosotros. 8 Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan; 9 estamos apurados, pero no desesperados; acosados, pero no abandonados; 10 nos derriban, pero no nos rematan; paseamos continuamente en nuestro cuerpo el suplicio de Jesús, para que también la vida de Jesús se transparente en nuestro cuerpo; 11 es decir, que a nosotros que tenemos la vida, continuamente nos entregan a la muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se transparente en nuestra carne mortal. 12 Así la muerte actúa en nosotros y la vida en vosotros. 13 Sin embargo, poseyendo el mismo espíritu de fe que se expresa en aquel texto de la Escritura: «Creo, por eso hablo» (Sal 116,10), también creemos nosotros y por eso hablamos, 14 sabiendo que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también a nosotros con Jesús y nos colocará con vosotros a su lado. 15 Y todo esto es por vosotros, de suerte que, al extenderse la gracia a más y más gente, multiplique la acción de gracias para gloria de Dios. |
Notas |
La fe en la resurrección de Jesús no es un asunto puramente teórico. Creer que Jesús ha resucitado implica el participar ya en su resurrección y el tener la certeza de una resurrección definitiva y de la entrada en el ámbito de la divinidad. Esa fe debe proclamarse, y de hecho así lo hace el apóstol Pablo y los que con él la comparten; y esa proclamación extiende el número de los que participan de ese favor de Dios suscitando una acción de gracias que revela cada vez más la gloria -el esplendor del amor- de Dios. Esta proclamación, que se desarrolla en medio de un duro conflicto se lleva a cabo sin miedo, sin cobardía, gracias a la experiencia de la transformación interior, a la participación en la vida de Jesús resucitado, que da fuerza para afrontar los sufrimientos que causa la persecución y que redundan en vida de los creyentes y que, finalmente, se transforma en esperanza de una realidad definitiva -eterna- mucho más valiosa que esta realidad actual, pasajera. Todo ello se funda en la seguridad que nace de saber que Dios garantiza el triunfo final. |