Domingo 6º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Segunda Lectura: Apocalipsis 21,10-14. 22-23

 

Texto


     10 En visión profética me transportó a la cima de una montaña grande y alta y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo de junto a Dios, 11 radiante con la gloria de Dios. Brillaba como una piedra preciosísima parecida a jaspe claro como cristal. 12 Tenía una muralla grande y alta con doce puertas; en las puertas doce ángeles y en cada una grabado el nombre de una de las tribus de Israel; 13 tres puertas daban a oriente, tres puertas al norte, tres puertas al sur, tres puertas a occidente (Ez 48,31-35). 14 La muralla tenía doce basamentos con doce nombres grabados: los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
     22 Templo no vi ninguno, su templo es el Señor Dios, soberano de todo, y el Cordero. 23 La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Notas

     Descripción de la nueva Jerusalén. El autor del libro del Apocalipsis, inspirándose en el capítulo 38 de Ezequiel, describe el nuevo orden social -la nueva ciudad- en el que se concreta la nueva creación -Cielo y Tierra nuevos- de que nos hablaba la segunda lectura del domingo pasado.
     En esta nueva ciudad culmina toda la historia de la salvación, uniendo en una síntesis final la tradición de Israel y el nuevo pueblo de Dios representado por los apóstoles. La ciudad está abierta a los cuatro puntos cardinales, esto es, a todos los pueblos de la Tierra.
     Después de describir el esplendor de la ciudad (vv.15-21), el autor nos dice, en un tono que denota un cierto énfasis, que en ella falta lo que en todas las grandes ciudades y especialmente en la antigua Jerusalén era lo más grandioso, lo más importante: el templo. Y es que allí ya no hace falta mediación alguna para entrar en contacto con Dios y con Jesús -el Cordero-, pues la ciudad está llena de la vida -luz- de Dios y de la fuerza de su amor.

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