Domingo 5º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Segunda Lectura: Apocalipsis 21,1-5a

 

Texto

     1 Vi entonces un Cielo nuevo y una Tierra nueva, porque el primer Cielo y la primera Tierra habían desaparecido y el mar ya no existía. 2 Y vi bajar del Cielo, de junto a Dios, a la ciudad santa, la nueva Jerusalén, ataviada como una novia que se adorna para su esposo. 3 Y oí una voz potente que decía desde el trono:
     - Ésta es la morada de Dios con los hombres; él habitará con ellos y ellos serán su pueblo (Ez 37,27); Dios en persona estará con ellos y será su Dios. 4 Él enjugará las lágrimas de sus ojos (Is 25,8; 35,10), ya no habrá más muerte ni luto ni llanto ni dolor, pues lo de antes ha pasado.
     5 Y el que estaba sentado en el trono dijo:
     - Todo lo hago nuevo.

Notas

     La historia, de momento, no tiene un fin, pero sí una meta nueva: una nueva creación -un Cielo nuevo y una Tierra nueva- en donde habita Dios con los hombres.
     La nueva realidad, el verdaderamente nuevo orden, está representado por la nueva Jerusalén que baja del Cielo a la Tierra: es un don de Dios a la humanidad. Se trata de la humanidad conformada al designio liberador y amoroso de Dios, el ámbito de la presencia de Dios. No es que Dios lleva la humanidad a los cielos; es la divinidad la que se viene a vivir a la Tierra.
     Todo es nuevo en esa Nueva Jerusalén, todo es nuevo en esa humanidad nueva; porque lo viejo, la injusticia, que es la causa de la muerte, el luto, el llanto y el dolor, ya ha pasado definitivamente. La presencia de Dios es signo y garantía de que lo viejo ya no volverá.

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