Domingo 21º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Segunda Lectura: Efesios 5,21-32

 

Texto

    21  Sed dóciles unos con otros por respeto a Cristo: 22 las mujeres a sus maridos como si fuera al Señor; 23 porque el marido es cabeza de la mujer, como el Mesías, salvador del cuerpo, es cabeza de la Iglesia. 24 Como la Iglesia es dócil al Mesías, así también las mujeres a sus maridos en todo.
    25 Maridos, amad a vuestras mujeres como el Mesías amó a la Iglesia y se entregó por ella: 26 quiso así consagrarla con su palabra, lavándola en el baño del agua, 27 para prepararse una Iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni nada parecido, una Iglesia santa e inmaculada. 28 Así deben también los maridos amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. Amar a su mujer es amarse a sí mismo; 29 y nadie ha odiado nunca a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, como hace el Mesías con la Iglesia, 30  porque somos miembros de su cuerpo. 31 «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos un solo ser» (Gn 2,24). 32 Este símbolo es magnífico; yo lo estoy aplicando a Cristo y a la Iglesia.

Notas

    Al final de su carta, Pablo ofrece una serie de consejos relativos a las relaciones familiares y domésticas.
    Pablo no puede sustraerse a los condicionantes culturales y en sus palabras se trasluce la mentalidad propia de una sociedad patriarcal en la que la mujer ocupa un lugar subordinado al marido.
    Sin embargo lo más importante del texto, lo absolutamente revolucionario para la época -¡e incluso para nuestro tiempo!- es la exigencia de amor al estilo de Jesús dentro de la comunidad cristiana y el amor de Jesús a la comunidad como modelo del amor del esposo a su esposa. Si sacamos las consecuencias de esta afirmación, toda relación que suponga  subordinación de la mujer al hombre queda eliminada. La cita del Génesis (2,24) ilustra esta afirmación: el amor de la pareja debe llegar a una compenetración tal - a una comunión, si queremos usar un término más habitual en el lenguaje teológico- que se podría decir que los cónyuges se han fundido en un nuevo ser y esto de tal modo que, sin perder la peculiaridad de cada uno, llegan a conformar una personalidad nueva.
    La última frase, en línea con múltiples textos del A.T. que comparan la relación de Dios con el pueblo con una relación de pareja, revela la dignidad del amor humano, usado como símbolo del amor de Jesús a la Iglesia.

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