Domingo 1º de Cuaresma - Ciclo B


Salmo responsorial 24(25),4-9

 

4 Señor, enséñame tus caminos,
            instrúyeme en tus sendas,
                5 haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador,
            y todo el día te estoy esperando.
6 Recuerda, Señor, que tu ternura
            y tu misericordia son eternas;
7 no te acuerdes de los pecados
            ni de las maldades de mi juventud;
acuérdate de mí con misericordia,
            por tu bondad, Señor.

8 El Señor es bueno y es recto,
            y enseña el camino a los pecadores;
9 hace caminar a los humildes con rectitud,
            enseña su camino a los humildes.

 

            Salmo de súplica.
             El salmista se dirige al Señor como maestro y le pide que le instruya en el conocimiento de su voluntad para, una vez que la conozca, ponerla en práctica. El salmista confía plenamente en una sabiduría superior -divina- que demuestra su verdad mediante la experiencia de la salvación.
             Como fundamento de su petición, el salmista apela a bondad y a la justicia de Dios que se manifiesta al ofrecer su enseñanza precisamente a los que más la necesitan, a los que están lejos de él. Reconoce así el más genuino de los atributos divinos, la misericordia, que se manifiesta  en el perdón que hay que suponer que está ya anticipado en la enseñanza que descubre el camino recto a los pecadores, para que sepan y puedan corregir su comportamiento.
             Esa misericordia, ese amor leal, tiene como primeros beneficiarios a los humildes, es decir, a los que han acogido y son fieles a la alianza.