Domingo 4º de Pascua - Ciclo A - Salmo responsorial

Salmo 22,1-6

 

1 El Señor es mi pastor,
            nada me falta:
2 en verdes praderas me hace recostar;
            me conduce hacia fuentes tranquilas
            3 y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
            por el honor de su nombre.
4 Aunque camine por cañadas oscuras,
            nada temo, porque tú vas conmigo:
            tu vara y tu cayado me sosiegan. 

5 Preparas una mesa ante mí
            enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
            y mi copa rebosa.
6 Tu bondad y tu misericordia me acompañan
            todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
            por años sin término.

 

            Dos cuadros (el pastor y la mesa) conforman este sencillo y bello poema/oración en el que el salmista expresa su plena confianza en Dios.

            En el primer cuadro Dios se ve a través de la figura del pastor (en Israel la imagen del pastor sirve frecuentemente para referirse a los dirigentes, cuya misión es asegurar el bienestar del pueblo) que proporciona los medios de subsistencia a su rebaño y que garantiza su seguridad en medio de una naturaleza acogedora, a veces, pero que puede llegar a ser hostil.

            El segundo cuadro Dios se presenta como un anfitrión espléndido que ofrece al salmista, con su hospitalidad, su propia amistad, comida y bebida abundantes, el reconocimiento de la dignidad del huésped (perfume) y seguridad frente a sus enemigos.