N a v i d a d


Salmo responsorial: Sal 95[96],1-3.11-14

 

 1 Cantad al Señor un cántico nuevo,
           cantad al Señor, toda la tierra;
2 cantad al Señor, bendecid su nombre,
           proclamad día tras día su victoria.
3 Contad a los pueblos su gloria,
           sus maravillas a todas las naciones.
11 Alégrese el cielo, goce la tierra,
           retumbe el mar y cuanto lo llena;
12 vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,
           aclamen los árboles del bosque delante del Señor,
13 que ya llega, ya llega a regir la tierra:
           14 regirá el orbe con justicia
           y los pueblos con fidelidad.

 

 

          Con otro estilo totalmente distinto (Himno al Señor Rey) se expresa la misma teología que en la primera lectura.
       El salmo invita a alabar al Señor porque ha dado muestras de su grandeza interviniendo en la historia de la humanidad. Y, coherentemente con esta convicción, se invita a todos los pueblos a aceptar al Señor como Dios y rey y a aclamar su gloria y su poder.
        Sus acciones, que comenzaron con la creación de cielo y tierra, muestran que es el más grande de todos los dioses, el único Dios, en realidad pues los dioses de los gentiles son apariencia solamente. (vv.4-5)
          La grandeza del Señor, sin embargo, no termina con la creación: su gloria se sigue manifestando en su justicia y rectitud en el gobierno de los pueblos.
         La última estrofa extiende la invitación a alabar al Señor a toda creación: la tierra y el mar, los campos y los árboles son testigos de la repetida llegada del Señor como rey para establecer el derecho e implantar la justicia en el orbe entero y en todos y cada uno de los pueblos de la tierra.