Domingo 1º de Cuaresma - Ciclo A
Salmo responsorial: Salmo 50(51),3-6.12-14.17
Texto |
3 Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa. 4 Lava del todo mi delito, limpia mi pecado. 5 Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado. 6 Contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. 14 Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. 15 Enseñará a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti. 16¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío! Y cantará mi lengua tu justicia. 17 Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. |
Notas |
El salmo 50[51], uno de los más conocidos del salterio, es la continuación o la respuesta al salmo anterior (49[50]) que contiene una dura requisitoria o acusación de Dios contra el hombre que recita constantemente los mandamientos pero no los cumple. Al final (v. 23) el salmo abre la puerta a la esperanza: al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios. En el salmo 50[51] encontramos, pues, la respuesta del hombre que es, en primer lugar, una apelación al amor de Dios, seguido del reconocimiento de la propia culpa; a continuación se pide algo verdaderamente insólito: ser objeto de una re-creación: «Crea en mí, Dios, un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme...» (V. 12). Esa nueva creación implica continuar gozando de la presencia, de la cercanía de Dios y de la fuerza de su Espíritu; sólo así el salmista sabe que podrá mantener su fidelidad. Finalmente se solicita el cumplimiento de la promesa con que acababa el salmo anterior: «devuélveme la alegría de tu salvación...», a la que el orante responderá entonando himnos de alabanza y reconociendo la justicia de Dios (vv. 14-15). Después de recibir el perdón, el salmista lo celebra litúrgicamente, entonando himnos de acción de gracias; no obstante, reconoce el salmista, el culto -los sacrificios- no son del agrado del Señor si no se apoyan en una conversión interior sincera (vv. 16-17). |