Domingo 1º de Adviento - Ciclo A

Salmo responsorial: Salmo 121,1-9

 

Texto

1 ¡Qué alegría cuando me dijeron:
     «Vamos a la casa del Señor»!
2 Ya están pisando nuestros pies
     tus umbrales, Jerusalén:
3 Jerusalén está construida
     como ciudad bien trazada.
4 Allá suben las tribus,
     las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
     a celebrar el nombre del Señor.
5 En ella están los tribunales de justicia,
     en el palacio de David.
6 Desead la paz a Jerusalén:
     «Los que te quieren vivan tranquilos,
7 haya paz dentro de tus muros,
     tranquilidad en tus palacios».
8 En nombre de mis hermanos y compañeros,
     te saludo con la paz;
9 por la casa del Señor, nuestro Dios,
     te deseo todo bien.

Notas

     Salmo o canto de peregrinación.
     Los dos primeros versos sintetizan la experiencia de la peregrinación al templo de Jerusalén: alegría que abarca desde la preparación misma del viaje y su inicio hasta que el cansancio del camino desaparece, sustituido por la emoción de sentir que los pies pisan ya la ciudad santa.
     A continuación, el salmista celebra la grandeza de Jerusalén, cuyos cimientos están firmes, por el papel que la ciudad juega en el designio divino. La ciudad es lugar privilegiado de la presencia del Señor en medio de su pueblo por dos razones: allí está el templo, a donde van los israelitas a dar culto a Dios; y allí está el rey que imparte justicia en nombre del mismo Dios.
     El salmo termina expresando el deseo de una paz y una plenitud total (te deseo todo bien) para Jerusalén y para los que la aman. Leída esta estrofa a la luz de la primera lectura, la oración por la paz adquiere una dimensión universalista que en su origen quizá no tenía.