Domingo 13º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Salmo responsorial: Salmo 15,1-2.5.7-11

 

Texto

1 Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
     2 yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
5 El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
     mi suerte está en tu mano:
7 Bendeciré al Señor que me aconseja,
     hasta de noche me instruye internamente.
8 Tengo siempre presente al Señor,
     con él a mi derecha no vacilaré.

9 Por eso se me alegra el corazón,
     se gozan mis entrañas,
     y mi carne descansa serena:
10 porque no me entregarás a la muerte
     ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

11 Me enseñarás el sendero de la vida,
     me saciarás de gozo en tu presencia,
     de alegría perpetua a tu derecha.

Notas

     Petición y confianza y alabanza.
     El salmista comienza pidiendo a Dios que lo proteja para afirmar enseguida que, para él, el bien por excelencia es el Señor.
     A continuación bendice a Dios con quien muestra tener una gran intimidad de la que nace la seguridad de que siempre su vida estará a salvo.
     El autor, quizá un levita, afirma que su riqueza, -el lote que a él le corresponde en el reparto de la tierra- es el Señor, siempre presente junto al salmista, lo que es para él causa de seguridad, alegría y serenidad; y de una esperanza que parece trascender la misma muerte.
     El v. 10 -«porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción»- lo cita Pedro en el discurso que pronuncia después de recibir el Espíritu el día de Pentecostés (Hch 2,27.30-32), refiriéndolo a la resurrección de Jesús en la que alcanza su plenitud de sentido.