Domingo 31º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Salmo responsorial: Sal  130(131),1-3

 

1 Señor, mi corazón no es ambicioso,
            ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
            que superan mi capacidad;
2 sino que acallo y modero mis deseos,
            como un niño en brazos de su madre.

3 Espere Israel en el Señor
            ahora y por siempre.

 

           

            Salmo de confianza.

            Consciente de su propia limitación, el salmista expresa su renuncia a grandezas. Se trata del rechazo explícito a la tentación que provocó el pecado original: «seréis como dioses» (Gn 3,5) y la aceptación de la propia naturaleza de criaturas. Esto, sin embargo, no supone -como supuso en mucho tiempo- una experiencia de lejanía respecto a Dios; al contrario, el salmista se siente acogido por Dios como un niño en el regazo de su madre; la experiencia de la propia realidad lo lleva a ponerse incondicional y confiadamente en las manos del Señor.

            La actitud de Israel debe ser precisamente esta: confianza esperanzada en el amor de Dios.