Domingo 29º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Salmo responsorial: Sal 95(96), 1.3-5.7-10

 

1 Cantad al Señor un cántico nuevo,
      cantad al Señor, toda la tierra;
 3 Contad a los pueblos su gloria,
      sus maravillas a todas las naciones:
 4 porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza,
      más temible que todos los dioses.
 5 Pues los dioses de los gentiles son apariencia,
      mientras que el Señor ha hecho el cielo;
 7 Familias de los pueblos, aclamad al Señor
      aclamad la gloria y el poder del Señor,
 8 aclamad la gloria del nombre del Señor,
      entrad en sus atrios trayéndole ofrendas;
 9 postraos ante el Señor en el atrio sagrado,
 tiemble en su presencia la tierra toda.
 10 Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
      él afianzó el orbe, y no se moverá;
      él gobierna a los pueblos rectamente».
 

 

                 Con otro estilo totalmente distinto (Himno al Señor Rey) se expresa la misma teología que en la primera lectura.
      El salmo invita a alabar al Señor porque ha dado muestras de su grandeza interviniendo en la historia de la humanidad. Y, coherentemente con esta convicción, se invita a todos los pueblos a aceptar al Señor como Dios y rey y a aclamar su gloria y su poder.
      Sus acciones, que comenzaron con la creación de cielo y tierra, muestran que es el más grande de todos los dioses, el único Dios en realidad, pues los dioses de los gentiles son apariencia solamente.
      La grandeza del Señor, sin embargo, no termina con la creación: su gloria se sigue manifestando en su justicia y rectitud en el gobierno de los pueblos.

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