Domingo 28º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Salmo 22,1-6

 

 

1 El Señor es mi pastor,
             nada me falta:
 2
en verdes praderas me hace recostar;
             me conduce hacia fuentes tranquilas
             3 y repara mis fuerzas;
 me guía por el sendero justo,
             por el honor de su nombre.
 4
Aunque camine por cañadas oscuras,
             nada temo, porque tú vas conmigo:
             tu vara y tu cayado me sosiegan.
  
 5
Preparas una mesa ante mí
             enfrente de mis enemigos;
 me unges la cabeza con perfume,
             y mi copa rebosa.
 6
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
             todos los días de mi vida,
 y habitaré en la casa del Señor
             por años sin término.

 

 

           

            Dos cuadros (el pastor y la mesa) conforman este sencillo y bello poema/oración en el que el salmista expresa su plena confianza en Dios.
            En el primer cuadro Dios se ve a través de la figura del pastor (en Israel la imagen del pastor sirve frecuentemente para referirse a los dirigentes, cuya misión es asegurar el bienestar del pueblo) que proporciona los medios de subsistencia a su rebaño y que garantiza su seguridad en medio de una naturaleza acogedora, a veces, pero que puede llegar a ser hostil.
            El segundo cuadro Dios se presenta como un anfitrión espléndido que ofrece al salmista, con su hospitalidad, su propia amistad, comida y bebida abundantes, el reconocimiento de la dignidad del huésped (perfume) y seguridad frente a sus enemigos.