Domingo 24º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Salmo responsorial: Salmo 102, 1-4.9-12

 

Texto

1 Bendice, alma mía, al Señor,
     y todo mi ser a su santo nombre.
2 Bendice, alma mía, al Señor,
     y no olvides sus beneficios.
3 El perdona todas tus culpas,
     y cura todas tus enfermedades;
4 él rescata tu vida de la fosa
     y te colma de gracia y de ternura;
5 él sacia de bienes tus anhelos,
     y como un aguila se renueva tu juventud.

6 El Señor hace justicia
     y defiende a todos los oprimidos;
7 enseñó sus caminos a Moisés
     y sus hazañas a los hijos de Israel.
8 El Señor es compasivo y misericordioso,
     lento a la ira y rico en clemencia;

9 no esta siempre acusando,
     ni guarda rencor perpetuo.
10 No nos trata como merecen nuestros pecados,
     ni nos paga según nuestras culpas;
11 como se levanta el cielo sobre la tierra,
     se levanta su bondad sobre sus fieles;
12 como dista el oriente del ocaso,
     así aleja de nosotros nuestros delitos.

Notas

     Himno de alabanza a la misericordia de Dios (en la liturgia dominical no se leerán los vv. 5-8).
     En primer lugar el salmista agradece los beneficios que él ha recibido de Dios: el perdón de sus pecados, la salud, la vida, la misericordia y el amor (1-5).
     A continuación proclama que esos beneficios que él ha recibido revelan el ser de Dios y su modo habitual de obrar manifestado a través de la historia (6-13).
     Dios es misericordioso, más todavía que justo. El perdón, que supera siempre a la justicia, al menos entendida al modo humano,  no es sólo una exigencia de Dios para los miembros de su pueblo; es, antes que nada, una expresión habitual del amor de Dios, manifestación de su propia esencia: «El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia» (v. 8 que, sorprendentemente, no se recitará en la liturgia dominical). Esta es la definición que, según el libro del Éxodo, Dios da de sí mismo en el momento de la renovación de la Alianza: «El Señor pasó ante él [Moisés] proclamando: El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, paciente misericordioso y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona culpas, delitos y pecados...» (Ex 34,6-7): mil generaciones de perdón y misericordia frente a sólo cuatro de castigo. Precisamente en esa capacidad de perdón cifra el salmista la grandeza de Dios, frente a la pequeñez humana. El v. 13 (¡que tampoco se recitará!) ratifica lo dicho: Dios perdona porque nos quiere: «como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles».

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