Domingo 10º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Primera Lectura: 1º Reyes 17,17-24

 

Texto

   17 Más tarde cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa; la enfermedad fue tan grave, que murió.
    18 Entonces la mujer dijo a Elías:
    - ¡No quiero nada contigo, profeta! ¿Has venido a mi casa a recordar mis culpas y matarme a mi hijo?
      19 Elías respondió:
    - Dame a tu hijo.
    Y cogiéndolo de su regazo, se lo llevó a la habitación de arriba donde él dormía, y lo acostó en la cama. 20 Después clamó al Señor:
    - Señor Dios mío, ¿también a esta viuda que me hospeda en su casa la vas a castigar haciéndole morir al hijo?
      21 Luego se echó tres veces sobre el niño, clamando al Señor:
    - ¡Señor Dios mío, que resucite este niño!
      22 El Señor escuchó la súplica de Elías, volvió la vida al niño y resucitó. 23 Elías tomó al niño, lo bajó de la habitación y se lo entregó a la madre, diciéndole:
    - Aquí tienes a tu hijo vivo.
      24 La mujer dijo a Elías:
    - ¡Ahora reconozco que eres un profeta, y que la palabra del Señor que tú pronuncias se cumple!

Notas

   El Señor de Israel es también el protector de los débiles -viudas y huérfanos- incluso más allá de las fronteras de Israel. El Señor de Israel es, sobre todo, el Dios de la vida y el Dios de los pobres. Esta es la enseñanza fundamental de este relato.
   Sarepta es una pequeña población de Fenicia. En la primera parte del capítulo (vv. 1-16) la viuda a la que Elías pide algo de comer y beber es una persona desamparada, sin ningún tipo de seguridad para el futuro; al contrario, su situación es verdaderamente desesperada: sólo le queda alimento para una comida para ella y su hijo; después no tendrá otra cosa que hacer más que esperar la muerte.
   Elías le pide un gesto de extrema solidaridad y de plena confianza en su palabra; al realizarlo, la viuda reconoce a Elías como profeta del Señor, a quien antes había reconocido como el Dios vivo («¡Vive el Señor tu Dios» ), que ahora, en la segunda parte del relato (vv. 17-24, que constituyen la primera lectura de este domingo) se revela como el Dios vivificador, el Dios de la vida.
   La mujer interpreta la muerte de su hijo, salvado antes de la muerte de hambre, como castigo por sus pecados. El profeta no desmiente de palabra esa interpretación; pero su intercesión ante el Señor logra devolverlo a la vida y provoca una nueva confesión de fe de la viuda (24).

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