Domingo 14º de Tiempo Ordinario - Ciclo A -  Primera Lectura

Zacarías 9,9-10

 

 

 

9 Alégrate, ciudad de Sión;
            aclama, Jerusalén;
mira a tu rey que está llegando:
            justo, victorioso, humilde,
cabalgando un asno,
            una cría de borrica.
Destruirá los carros de Efraín
            y los caballos de Jerusalén;
destruirá los arcos de guerra
            y dictará paz a las naciones;
dominará de mar a mar,
            del Gran Río al confín de la tierra.

 

            El pasaje que se lee como primera lectura de este domingo es una de la profecías mesiánicas más conocidas, ya que su cumplimiento lo ven realizado los evangelistas con la entrada de Jesús en Jerusalén (Mateo 21,5).
            Zacarías anuncia a los habitantes de Jerusalén la llegada de un rey que tiene unas características muy peculiares:
            Es justo y victorioso: en línea con la tradición bíblica, el rey de Israel está protegido por la fuerza del Señor y tiene la victoria asegurada; pero, en esa misma línea, la victoria no puede separarse de la justicia, sino que debe seguirla.
            La victoria está desprovista, y esto ya es más sorprendente, de cualquier tipo de ostentación: siendo un rey victorioso, es un humilde y modesto, que no usa la cabalgadura de los reyes (la mula) sino la de los campesinos.
            Y lo más asombroso lo constituye la medida con la que iniciará su reinado: el desarme total, la destrucción de todos los utensilios propios de la guerra: carros, caballos y arcos.
            Quizá lo que menos podrían entender los destinatarios del la profecía de Zacarías son las últimas afirmaciones: no viene a sojuzgar a las naciones, sino a pacificarlas, a implantar la paz en ellas; y así, sin ostentación ninguna, sin violencia, sin guerras y superando el nacionalismo del pueblo judío, será un rey universal, dominando de esta manera y con estos medios (!), desde el Éufrates hasta los confines de la tierra.