Domingo 1º de Adviento - Ciclo C

Primera Lectura: Jeremías 33,14-16

 

Texto    Notas

   14 Mirad que llegan días -oráculo del Señor- en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.
15 En aquellos días y en aquella hora
   suscitaré a David un vástago legítimo
   que hará justicia y derecho en la tierra.
16 En aquellos días se salvará Judá
   y en Jerusalén vivirán tranquilos,
   y la llamarán así: «Señor-nuestra-justicia».

     Oráculo de salvación mediante el que se garantiza la permanencia de la dinastía davídica y el sacerdocio en Israel.
   Dios, afirma el oráculo, suscitará un descendiente de David con la misión de hacer justicia y conseguir que reine el derecho en la tierra. El efecto que producirá el gobierno del rey davídico se describe como salvación y tranquilidad -paz- para Judá y Jerusalén. El nombre que darán a Jerusalén quienes perciban las consecuencias de tal reinado será «Señor-nuestra-justicia».
   Esta expresión se ha usado ya anteriormente, en el c. 23, en donde, en un contexto de gran tensión polémica, el profeta acusa a los pastores, esto es, a los dirigentes de Israel, de dispersar y dejar perecer las ovejas del rebaño del Señor. La función del descendiente de David, suscitado directamente por el Señor consistirá, por tanto, en acabar con la injusticia establecida en Israel como consecuencia de la corrupción de sus dirigente y restablecer la justicia y el derecho y, con ellos, la paz.
   Una vez restablecida la justicia, recobra su sentido primigenio el culto y la práctica religiosa. Entonces Jerusalén se convertirá en testimonio del proyecto realizado del orden de justicia que Dios ofrece a la humanidad. Y así, para quienes perciban las consecuencias de tal reinado, será «Señor-nuestra-justicia».