Domingo 2º de Adviento - Ciclo A

Primera Lectura: Isaías 11,1-10

 

Texto

11    1 Saldrá un renuevo del tocón de Jesé,
    y de su raíz brotará un vástago.
2 Sobre él se posará el espíritu del Señor:
    espíritu de prudencia y sabiduría,
espíritu de consejo y valentía,
    espíritu de conocimiento y respeto del Señor.
3 No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas;
            4 juzgará a los pobres con justicia,
con rectitud a los desamparados.
Ejecutará al violento con la vara de su boca,
    y al malvado con el aliento de sus labios.
5 La justicia será cinturón de sus lomos
    y la lealtad, cinturón de sus caderas.
6 Habitará el lobo con el cordero,
    la pantera se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león pacerán juntos:
    un muchacho pequeño los pastorea.
7 La vaca pastará con el oso,
    sus crías se tumbarán juntas;
    el león comerá paja con el buey.
8 El niño jugará en la hura del áspid,
    la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
9 No harán daño ni estrago por todo mi Monte Santo:
    porque está lleno el país de conocimiento del Señor,
    como las aguas colman el mar.
10 Aquel día la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos:
    la buscarán las naciones y será gloriosa su morada.

Notas

    Anuncio de un enviado de Dios, de la estirpe de David (Jesé es el nombre del padre de David: 1º Samuel 16,1-13), que cuenta con la fuerza del Espíritu de Dios para implantar un nuevo orden en el mundo. Ese espíritu se explicita como conocimiento, sabiduría práctica para organizar la vida, valor para afrontar la tarea y auténtica religiosidad.
    Conocimiento y religiosidad se expresarán en la realización de una de sus funciones, la de juzgar, la de impartir justicia en favor de los pobres y los desamparados. Los malvados, responsables de la pobreza y el desamparo de los más débiles, recibirán también la correspondiente sentencia; pero frente a la violencia y la maldad, el nuevo David sólo opondrá su palabra: la vara de su boca y el aliento de sus labios.
    El fruto de esa justicia será, de nuevo, la paz, descrita ahora mediante imágenes del mundo animal: los depredadores se vuelven vegetarianos y comparten el pasto, la vida y el alimento, con quienes antes fueron sus presas.
    Como punto culminante de esa situación paradisíaca aparece la figura de un niño, pastor de animales que anteriormente fueron extremadamente peligrosos, que juega con los reptiles más dañinos para el hombre, pero que ya no suponen una amenaza porque el país entero está lleno del conocimiento del Señor.

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