Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Primera Lectura: Amós 8,4-7

 

Texto

    4 Escuchadlo los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, 5 diciendo:  ¿Cuándo pasará la luna nueva para vender el trigo, y el sábado para ofrecer el grano? Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, 6 compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo.
    7 Jura el Señor por la Gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.

Notas

    Amós es un campesino -pastor y cultivador de higos- consciente de la situación de injusticia que gobierna el reino de Israel y que recibe de Dios la misión de denunciarla (8,14-15).
    En el pasaje que constituye la primera lectura, Amós acusa a los comerciantes de enriquecerse mediante prácticas ilegítimas y de hacer prevalecer sus propios intereses, su ambición y su egoísmo por encima de las personas  y del mismo Dios. La acusación fundamental es la siguiente: su actividad comercial supone la explotación de los pobres hasta tal punto que estos acaban perdiendo incluso su libertad.
    La denuncia es triple: en primer lugar, acusa el profeta, se quejan porque los días de fiesta (días que deberían dedicar a dar culto a Dios) no pueden hacer negocios y dejan de obtener beneficios; es decir: para ellos el dinero es más importante que Dios. En segundo lugar los acusa de hacer trampas con los pesos y las medidas; son unos tramposos, verdaderos estafadores: para ellos el dinero es más importante que la justicia y que su propia honradez. El tercer reproche es el de reducir a servidumbre a los más pobres de sus clientes: primero les venden fiado con altos intereses; poco a poco la deuda irá creciendo hasta el punto de que los deudores se tendrán que vender a sí mismos. Las dos últimas acusaciones muestran que para ellos, el dinero es más importante que la persona, más importante que la imagen de Dios en la tierra.
    La traición al Dios de la liberación es completa. Por eso, les dice el profeta: «Jura el Señor, por la Gloria de Jacob, que no olvidará jamás vuestras acciones».
    El Dios de la liberación planta cara a los opresores y se pone de la parte de sus víctimas.