Domingo 23º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Primera Lectura: Sabiduría 9,13-18

 

Texto

    13 ¿Qué hombre conoce el designio de Dios, quién comprende lo que Dios quiere? 14 Los pensamientos de los mortales son mezquinos y nuestros razonamientos son falibles; 15 porque el cuerpo mortal es lastre del alma y la tienda terrestre abruma la mente que medita. 16 Apenas conocemos las cosas terrenas y con trabajo encontramos lo que está a mano: 17 ¿pues quien rastreará las cosas del cielo, quien conocerá tu designio si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo? 18 Sólo así serán rectos los caminos de los terrestres, los hombres aprenderán lo que te agrada; y se salvarán con la sabiduría los que te agradan, Señor, desde el principio.

Notas

    Fragmento de una oración en la que Salomón (personaje al que se le atribuye la autoría del libro de la Sabiduría que, sin embargo, se compuso varios siglos después del reinado de éste) pide a Dios que le conceda la sabiduría.
    El libro de la Sabiduría, al menos en uno de sus aspectos fundamentales, es un tratado de teología política que podríamos resumir de esta manera: sólo Dios es Rey; los reyes de la tierra gobiernan por delegación divina (6,1-3-ab); por eso los que rigen la tierra deben hacerlo con justicia (1,1); para ello deben mantenerse atentos a la voluntad de Dios (6,11), cuyo conocimiento («pensad correctamente del Señor», 1,1b) es la verdadera sabiduría.
    El autor, en la oración a la que pertenece este párrafo, se eleva al momento de la creación, para concretar en sí mismo su tarea de hombre y su función/misión de rey: el destino del hombre consiste en ejercer el señorío sobre toda la creación, pero no puede hacerlo caprichosamente, sino «con justicia y santidad» (9,1-3). Para poder realizar ese destino -establecer el gobierno de la justicia en el mundo- el hombre necesita dejarse guiar por la sabiduría divina, superando sus propias limitaciones naturales. Esa misma sabiduría la necesita como rey para ejercer su función.
    Usando categorías de la filosofía griega -más en concreto, platónica-, el autor presenta una antropología pesimista, en la que lo terreno tiene una connotación negativa; no obstante, y teniendo en cuenta el carácter del libro, esta visión negativa del hombre adquiere un significado más acorde con la tradición bíblica: los pensamientos mezquinos de los mortales representarían la escala de valores propia del orden social que impera de hecho en el mundo (ver 10,1-21).

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