Domingo 34º del Tiempo Ordinario - Cristo Rey - Ciclo A


Primera lectura: Ezequiel 34,11-12.15-17

 

11 Así dice el Señor:
Yo mismo en persona buscaré mis ovejas siguiendo su rastro.
            12 Como sigue el pastor el rastro de su rebaño
            cuando las ovejas se le dispersan,
así seguiré yo el rastro de mis ovejas
            y las libraré sacándolas de todos los lugares
            por donde se desperdigaron un día de oscuridad y nubarrones
15 Yo mismo apacentaré mis ovejas, yo mismo las haré sestear
            -oráculo del Señor-.
16 Buscaré las ovejas perdidas, recogeré las descarriadas,
            vendaré a las heridas, curaré a las enfermas;
alas gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré como es debido.
            17 y a vosotros, mis ovejas, esto dice el Señor:
Voy a juzgar el pleito de mis ovejas: ¡carneros y machos cabríos!
 

 

           

            El capítulo 34 de Ezequiel es uno de los pasajes en que con más severidad se denuncian los abusos de los poderosos.
            La primera parte del capítulo (1-10) contiene una primera acusación: los pastores de Israel no cumplen con la misión a ellos encomendada, cuidar del pueblo, del rebaño. Al contrario, se sirven del pueblo, lo explotan en beneficio propio y lo han dejado abandonado, disperso y sin protección alguna ante el ataque de las fieras salvajes. Se trata de la denuncia del abuso de los poderosos a los que se les culpa, además, del exilio: no sólo son culpables del sufrimiento del pueblo por haber obrado injustamente, sino porque, con su actuación, han creado las condiciones propicias para el ataque de los imperios extranjeros. Por todo ello, advierte  el Señor que va a liberar a las ovejas de la opresión de sus dirigentes.
           En la segunda parte del capítulo (de la que se lee un fragmento en la liturgia de hoy) Dios anuncia que Él mismo, en persona, se va a ocupar, como pastor, del rebaño. Al contrario que en otros textos proféticos (Is 1,21-26; Jer 21,1-8), la corrupción de los dirigentes no se resolverá sustituyéndolos por otros más honestos; el Señor ocupará su puesto y su pueblo no necesitará de más autoridades que el mismo Dios.
             La tercera parte (17-24) introduce otra nueva acusación, ahora no contra los pastores, sino contra las ovejas fuertes que abusan de las más débiles: es la denuncia de la prepotencia y la crueldad de los ricos frente a los pobres: Dios va a juzgar entre ovejas y ovejas, entre carneros y machos cabríos.

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