Domingo de la Sagrada Familia - Ciclo C

Primera Lectura: 1 Samuel 1,20-22.24-28

 

Texto

     20 Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso de nombre Samuel, diciendo:
     -¡Al Señor se lo pedí!
     21  Pasado un año, su marido, Elcaná, subió con toda la familia para hacer el sacrificio anual al Señor y cumplir la promesa. 22 Ana se excusó para no subir, diciendo a su marido:
     - Cuando deje de dar el pecho al niño, entonces lo llevaré para presentárselo al Señor y que se quede allí para siempre.
     24 Ana se quedó en casa y crió a su hijo hasta que dejó de amamantarlo. Entonces subió con él al templo del Señor de Silo llevando un novillo de tres años, una fanega de harina y un odre de vino. 25 Cuando mataron el novillo, Ana presentó el niño a Elí, 26 diciendo:
     - Señor, por tu vida, yo soy la mujer que estuvo aquí, junto a ti, rezando al Señor. 27  Este niño es lo que yo pedía; el Señor me ha concedido mi petición. 28  Por eso yo se lo cedo al Señor de por vida, para que sea suyo. Después se postraron ante el Señor.

Notas

     Narración del nacimiento y la consagración de Samuel. Relato que se encuadra en lo que se podría denominar como “nacimiento de héroes”, aunque en el fragmento que se lee en la liturgia de hoy el acento está en la consagración de Samuel, en su entrega al templo para que se dedique a su servicio de por vida.
     El autor presenta a la familia de Samuel: Su padre, Elcaná, tenía dos mujeres, Ana y Fenina. Ana era estéril mientras que Fenina tenía dos hijos y despreciaba a Ana.
     Anualmente subía la familia entera al templo para ofrecer sacrificios al Señor. En una de estas ocasiones, Ana pide al Señor que se fije en ella y la libre de la ignominia de la esterilidad. Y promete al Señor que, si la escucha y tiene un hijo, se lo consagrará de por vida (1Sam 1,1-18). A la vuelta a casa «Elcaná se unió a su mujer Ana, y el Señor se acordó de ella» (v.19).
     Aquí comienza el fragmento que se leerá en la liturgia de este domingo. El acento está en el cumplimiento de la promesa de Ana y en la consagración de Samuel.
     Ana retiene al niño consigo un tiempo (mientras le está dando el pecho, unos dos o tres años en aquellos tiempos); finalmente, sube de nuevo con toda la familia al templo y cumple su promesa.
     El capítulo siguiente comienza con un canto de Ana (2,1-10) cuyo eco resuena en el comienzo del canto de María (Lc 1,46-54).

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