Domingo de Ramos - Ciclo A

Pasión y muerte de Jesús: Mt 26,14-27,66



 

 Texto


 

Judas vende a Jesús

    14 Entonces uno de los Doce, Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes 15 y les propuso:
    - ¿Cuánto estáis dispuestos a darme si os lo entrego? Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata (Zac 11,12).
    16 Desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

 

 

 Notas


 

   A la actividad de Jesús en Jerusalén los dirigentes han reaccionado reuniéndose y decidiendo «prender a Jesús a traición y darle muerte» (Mt 26,4). Judas, al contrario que en Marcos, toma la iniciativa se ofrece a entregar a Jesús a cambio de dinero. Su ambición provoca su deslealtad y su traición. El acuerdo al que llega con los sumos sacerdotes es entregar a Jesús por el precio fijado en el Éxodo para un esclavo (Ex 21,32).

 

La preparación

    17 El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
    - ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?
    18 Él contestó:
    -Id a la ciudad, a casa de Fulano, y dadle este recado: «El Maestro dice que su momento está cerca y que va a celebrar la Pascua en tu casa con sus discípulos».
    19 Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la cena de Pascua.

 

 

    Víspera de Pascua. Los discípulos, que siguen fieles a la tradición judía, le proponen a Jesús celebrar la cena de Pascua. Jesús los manda con un recado para un personaje desconocido: en su casa quiere celebrar la Pascua pues ha llegado la hora de su muerte, «su momento».

 

 

 

 

Anuncio de la traición

    20 Caída la tarde se puso a la mesa con los Doce. 21 Mientras comían, dijo:
    - Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.
    22 Ellos, consternados, empezaron a replicarle uno tras otro:
    - ¿Acaso soy yo, Señor?
    23 Respondió él:
    - Uno que ha mojado en la misma fuente que yo me va a entregar. 24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero ¡ay de ese hombre que va a entregar al Hijo del hombre! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.
    25 Entonces reaccionó Judas, el que lo iba a entregar, diciéndole:
    - ¿Acaso soy yo, Rabbí?
    Respondió:
    - Tú lo has dicho.

 

    No hay ningún rasgo propio de la cena Pascual. «Los Doce» se identifican con los discípulos (vv. 17.19): representan simbólicamente el Israel mesiánico. Jesús anuncia la traición  de uno de los presentes que, en respuesta a la pregunta de los entristecidos discípulos identifica por estar compartiendo el plato con él, signo de cercanía y amistad.
    La traición, la entrega del Hombre, es decir de la persona que representa la plenitud humana  en la que reside el espíritu de Dios, implica renunciar a los valores de ese modelo de humanidad a cambio de dinero, renunciar a la plenitud humana que aquel Hombre encarna, fracasar como persona; por eso, «más le valdría ni haber nacido».
    En respuesta a la reacción de Judas Jesús lo identifica. El contexto nos permite deducir que sólo lo escucha Judas: es un último gesto para animar a Judas a que reflexione sobre lo que va a hacer y reconsidere su decisión.

La eucaristía

    26 Mientras comían, Jesús cogió un pan, pronunció una bendición y lo partió; luego lo dio a sus discípulos, diciendo:
    - Tomad, comed: esto es mi cuerpo.
    27 Y cogiendo una copa, pronunció una acción de gracias y se la pasó, diciendo:
    - Bebed todos de ella, 28 pues esto es la sangre de la alianza mía, que se derrama por todos para el perdón de los pecados. 29 Os digo que desde ahora no beberé más de este producto de la vid hasta que llegue el día en que lo beba entre vosotros, nuevo, estando yo en el reino de mi Padre.
    30 Y después de cantar salieron para el Monte de los Olivos.

 

 

     Jesús ofrece su persona (su cuerpo) como alimento para la vida y símbolo de la nueva escala de valores que sustituye a la antigua Ley. Proponerles que coman ese pan significa invitarlos a asimilarse a su persona y a corresponder a su amor entregándose por amor en favor de la vida en plenitud de todos (la eucaristía está estrechamente relacionada con los dos relatos del reparto de los panes (14,19; 15,35). Mateo no dice explícitamente que los discípulos comieran el pan.
    La copa es símbolo de la pasión y muerte de Jesús.
    Se trata de la sangre que ratifica la Nueva Alianza, promulgada en el sermón de la Montaña y sintetizada en las bienaventuranzas. Ofrecerla supone invitar a compartir las causas de su vida y su muerte y a continuar lo que él ha empezado. Tampoco dice Mateo que los discípulos beban de la copa (al contrario que Marcos que sí lo afirma explícitamente). La decisión de seguir a Jesús deberán tomarla ante el hecho de la cruz.
    Jesús anuncia que no volverá a probar más «este producto de la vid» sino uno nuevo cuando haya completado su camino y esté en el reino de su Padre. El producto de la vid es el amor; el viejo es el modelo propio de la Alianza antigua: amarás a tu prójimo como a ti mismo; el nuevo es el de la Alianza de Jesús que «no ha venido para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida por la liberación de todos.» (Mt 20,28).

 

Predice las negaciones de Pedro

    31 Entonces Jesús les dijo:
    - Esta misma noche vais a fallar todos a causa de mí, porque está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño» (Zac 13,11). 32 Pero cuando resucite iré por delante de vosotros a Galilea.
    33 Le repuso Pedro:
    - Aunque todos fallen a causa de ti, yo jamás fallaré.
    34 Jesús le declaró:
    - Te aseguro que esta misma noche, antes de que el gallo cante, renegarás de mí tres veces.
    35 Pedro le replicó:
    - Aunque tenga que morir contigo, jamás renegaré de ti. Y los demás discípulos dijeron lo mismo.

    Los discípulos no soportarán la experiencia del fracaso de Jesús a pesar de que les anuncia la resurrección. Son como la semilla que cae en tierra rocosa, muy entusiastas hasta que «en cuanto surge una dificultad o persecución por el mensaje, falla.»
    Jesús les advierte de que su adhesión se va a quebrar esa misma noche; Pedro parece dar por bueno el pronóstico para los demás, pero no para él. La advertencia de Jesús se hace aún más dura para él: «me negarás tres veces». Pedro no acepta la advertencia y arrastra a los demás.

 

 

La oración en el huerto

    36 Entonces llegó Jesús con sus discípulos a una finca que llamaban Getsemaní, y les dijo:
    - Sentaos aquí, mientras yo me voy allí a orar.
    37 Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, dejó ver su tristeza y su angustia.
    38 Entonces les dijo:
    - Me muero de tristeza. Quedaos aquí y manteneos despiertos conmigo.
    39 Adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y se puso a orar diciendo:
    - Padre mío, si es posible, que se aleje de mí ese trago. Sin embargo, no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú.
    40 Se acercó a los discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro:
    - ¿Así que no habéis podido manteneros despiertos conmigo ni una hora? 41 Manteneos despiertos y pedid no ceder a la tentación; el espíritu es animoso, pero la carne es débil.
    42 Se apartó por segunda vez y oró diciendo:
    - Padre mío, si no es posible que yo deje de pasarlo, realícese tu designio.
    43 Al volver los encontró otra vez dormidos, porque los ojos no se les mantenían abiertos. 44 Los dejó, se alejó de nuevo y oró por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. 45 Al final se acercó a los discípulos y les dijo:
    - ¿Así que durmiendo y descansando? Mirad, está cerca el momento de que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores. 46 ¡Levantaos, vamos! Está cerca el que me entrega.

 

 

 

   Jesús va a orar y pide a los tres discípulos que fueron testigos de la transfiguración que lo acompañen: los que están mejor preparados para una experiencia muy distinta: el, a los ojos humanos, fracaso de Jesús.
    La tristeza que Jesús experimenta está causada por las consecuencias que va a tener su muerte: el Padre va a ser considerado un Dios falso, impotente para garantizar la vida y el triunfo de su enviado.
    Se revela así un radicalmente nuevo sentido de la omnipotencia divina: Dios es puro amor y en ese amor y sólo en él radica su poder. Dios quiere la plenitud humana de sus hijos por lo que no puede forzar o anular su libertad. Por eso, su amor sólo es eficaz si la persona a la que se dirige lo acepta.
    Jesús, con plena confianza, pide que si es posible se le ahorre ese trago (esa copa, la que ofreció a los suyos en la eucaristía) pero su oración termina por dos veces como en el Padre Nuestro: hágase tu voluntad. «no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú», «realícese tu designio».
    Jesús invita a los discípulos a rezar para no ceder a la tentación; su sueño expresa que han cedido: no pueden aceptar un mesianismo que no termine en triunfo.

El prendimiento

    47 Aún estaba hablando cuando de pronto llegó Judas, uno de los Doce, y, con él, una gran multitud con machetes y palos, mandada por los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo.
    48 El traidor les había dado por seña:
    - El que yo bese, ése es; detenedlo.
    49 Se acercó en seguida a Jesús y le dijo:
    - ¡Salud, Rabbí! Y lo besó con insistencia.
    50 Pero Jesús le contestó:
    - ¡Amigo, a lo que has venido! Entonces se acercaron a Jesús, le echaron mano y lo detuvieron.
    51 Uno de los que estaban con él tiró de machete y de un tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
    52 Jesús le dijo:
    - Vuelve el machete a su sitio, que el que a hierro mata a hierro muere. 53 ¿Piensas que no puedo acudir a mi Padre? El pondría a mi lado ahora mismo más de doce legiones de ángeles. 54 Pero, ¿cómo se cumpliría entonces la Escritura, que dice que esto tiene que pasar?
    55 En el momento aquel dijo Jesús a las multitudes:
    - ¡Con machetes y palos habéis salido a prenderme, como si fuera un bandido! A diario me sentaba en el templo a enseñar y no me detuvisteis.
    56 Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

 

 

 

    Judas, uno de los Doce, consuma la traición. Judas representa el Israel histórico que incluye a los dirigentes y a las multitudes que, aunque han conocido a Jesús y su mensaje, nunca han roto con la ideología oficial del judaísmo.
    Jesús rechaza la violencia que uno de los que están con él usa para defenderlo. La violencia no tiene cabida en su proyecto cuya fuerza es el amor. El Padre podría intervenir para salvarlo, pero a ese camino ya ha renunciado el mismo Jesús porque la fuerza del Padre es también el amor. Ese amor -el de Jesús y el del Padre- culminará y brillará en la entrega de la propia vida de Jesús.
    Jesús reprocha a las multitudes su mala conciencia. El anuncio de Jesús se cumple: los discípulos, en contra de lo que habían dicho, claudican y huyen.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ante el Consejo

    57 Los que detuvieron a Jesús lo condujeron a casa de Caifás el sumo sacerdote, donde se habían congregado los letrados y los senadores. 58 Pedro lo fue siguiendo de lejos hasta el palacio del sumo sacerdote, entró dentro y se sentó con los guardias para ver el fin.
    59 Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte, 60 pero no lo encontraban a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente comparecieron dos 61 que declararon:
    - Éste ha dicho que puede echar abajo el santuario de Dios y reconstruirlo en tres días.
    62 El sumo sacerdote se puso en pie y le preguntó:
    - ¿No tienes nada que responder? ¿Qué significan estos cargos en contra tuya?
    63 Jesús siguió callado. El sumo sacerdote le dijo entonces:
    - Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.
    64 Jesús le respondió:
    - Tú lo has dicho; pero además os digo esto: Desde ahora vais a ver al Hijo del hombre sentado a la derecha de la Potencia (Sal 110,1) y llegar sobre las nubes del cielo (Dn 7,13).
    65 El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
    - Ha blasfemado, ¿qué falta hacen más testigos? Acabáis de oír la blasfemia, 66 ¿qué decidís? Contestaron ellos:
    - Pena de muerte.
    67 Entonces le escupieron a la cara y lo golpearon; otros le daban bofetadas, 68 diciendo:
    - Adivina, Mesías, ¿quién te ha pegado?

 

 

 

   Aparecen en escena los letrados; el Gran Consejo está en pleno. Pedro sigue a Jesús, pero de lejos. La lejanía espacial revela la lejanía en la adhesión de Pedro.
    Interrogatorio. Se buscan, pero no se encuentran falsos testimonios que permitan condenar a muerte a Jesús. No se encuentran hasta el final en el que aparecen dos (dos son necesarios para que el testimonio se considere válido) que, tergiversando sus palabras, lo acusan de querer destruir el templo (Jesús había predicho su destrucción, pero no que la fuera a realizar él). Esta afirmación la entienden de acuerdo con sus expectativas mesiánicas (se esperaba que se repitiera el esquema “corrupción/pecado, ruina de Israel y restauración” que aparece repetidas veces en los libros proféticos) y provoca, ante el silencio de Jesús, la siguiente pregunta del Sumo Sacerdote instando a Jesús a declarar si él es el Mesías.
    Jesús asiente, pero corrige la perspectiva del quien le pregunta: no se llama “el Mesías” sin que se  presenta como “Hombre” y, como tal, se declara Señor de David (usando el salmo 110) y proclama su condición divina. Esto, a los ojos de los dirigentes, es una blasfemia que merece la pena de muerte.
    El odio de los dirigentes se desborda y se manifiesta en una serie de insultos y golpes que tratan de desmentir las palabras de Jesús.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Negaciones de Pedro

    69 Pedro estaba sentado fuera, en el patio; se le acercó una criada y le dijo:
    - También tú andabas con Jesús el Galileo.
    70 Él lo negó delante de todos, diciendo:
    - ¡No sé de qué hablas!
    71 Al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
    - Este andaba con Jesús Nazoreo.
    72 Otra vez lo negó, jurándolo:
    - No sé quién es ese hombre.
    73 Al poco rato se le acercaron los que estaban allí y le dijeron:
    - Tú también eres de ellos, seguro; se te nota en el habla.
    74 Entonces Pedro se puso a echar maldiciones y a jurar:
    - ¡No sé quién es ese hombre! Y enseguida cantó un gallo.
    75 Pedro se acordó de las palabras de Jesús: «Antes que cante el gallo renegarás de mí tres veces». Y saliendo fuera, lloró amargamente.

 

 

 

    En paralelo con el juicio de Jesús, Pedro también es acusado de ser seguidor del Nazareno. Pero, al contrario que Jesús Pedro se derrumba y públicamente rechaza la acusación. Su movimiento espacial, -poco a poco va saliendo, primero del patio y finalmente del palacio del Sumo Sacerdote- expresa su ruptura con la institución judía y con el modelo de mesianismo que ésta representa y que se produce al recordar las palabras de Jesús. Ya fuera de la institución llora amargamente con lo que expresa su arrepentimiento.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lo llevan a Pilato

27    1 Al amanecer, todos los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo llegaron a un acuerdo para condenar a muerte a Jesús 2 y, atándolo, lo condujeron a Pilato, el gobernador, y se lo entregaron

 

 

 

    Al amanecer, en una nueva sesión del Consejo se ratifica la condena a muerte, pero autorizar esta pena era competencia exclusiva del poder romano; por eso ponen a Jesús en manos del gobernador.

Suicidio de Judas

    3 Al ver Judas, el traidor, que habían condenado a Jesús, sintió remordimientos. y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y senadores, 4 diciéndoles:
    - He pecado, entregando a la muerte a un inocente.
    Ellos le contestaron:
    - Y a nosotros, ¿qué? ¡Allá tú!
5 Entonces arrojó las monedas hacia el santuario y se marchó; luego fue y se ahorcó.
6 Los sumos sacerdotes recogieron las monedas y dijeron:
    - No está permitido echarlas en el tesoro, porque son precio de sangre.
    7 Y, después de llegar a un acuerdo, compraron con ellas el Campo del Alfarero, para cementerio de forasteros. 8 Por eso aquel campo se llama todavía hoy «Campo de Sangre». 9 Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías: «Tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado según la tasa de los hijos de Israel, 10 y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había mandado el Señor» (Jr 32,6-9; Zac 11,12-13).

 

 

 

 

    Episodio propio de Mateo (Lucas ofrece una versión distinta en Hch 1,18).
    Judas también se arrepiente de su traición. Se retracta de su acusación y reconoce la inocencia de Jesús. Su gesto, «arrojó las hacia el santuario», constituye una denuncia contra la institución.
El peso de la culpa es demasiado fuerte para quien no supo reconocer en su momento el gesto de amor de Jesús: él mismo se condena y ejecuta la pena.

Ante Pilato. La acusación

    11 Jesús compareció ante el gobernador, y el gobernador lo interrogó:
    - ¿Tú eres el rey de los judíos?
    Jesús declaró:
    - Tú lo estás diciendo.
    12 Mientras duró la acusación de los sumos sacerdotes y senadores no replicó nada. 13 Entonces le preguntó Pilato:
    - ¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?
    14 No le contestó a una sola pregunta, de suerte que el gobernador estaba sumamente extrañado.

 

 

 

    Jesús es interrogado por Pilato. La acusación que han presentado ante él es de carácter político: «¿Tú eres el rey de los judíos?». La respuesta de Jesús es afirmativa, pero ambigua. Su realeza nada tiene que ver con los que piensa Pilato.
    Nada responde, sin embargo, a las acusaciones de los dirigentes: no reconoce su autoridad ni la de la institución que representa y acepta su muerte sin defenderse.

 

 

Condena a muerte

     15 Por la Fiesta acostumbraba el gobernador a soltar un preso, el que la multitud quisiera. 16 Tenía entonces un preso famoso, Jesús Barrabás. Cuando se congregó la gente, 17 les preguntó Pilato:
    - ¿A quién queréis que os suelte, a Jesús Barrabás o a Jesús a quien llaman el Mesías?
    18 Porque sabía que se lo habían entregado por envidia.
    19 Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó recado:
    - Deja en paz a ese justo, que esta noche he sufrido mucho en sueños por causa suya.
    20 A pesar de todo, los sumos sacerdotes y los senadores convencieron a las multitudes de que pidieran a Barrabás y muriese Jesús. 21 El gobernador tomó la palabra:
    - ¿A cuál de los dos queréis que os suelte?
    Contestaron ellos:
    - A Barrabás.
    22 Pilato les preguntó:
    - Y ¿qué hago con Jesús, a quien llaman el Mesías?
    Contestaron todos:
    - ¡Que lo crucifiquen!
    23 Pilato repuso:
    - Pero ¿qué ha hecho de malo?
    Ellos gritaban más y más:
    - ¡Que lo crucifiquen!
    24 Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, pidió agua y se lavó las manos cara a la gente, diciendo:
    - Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!
    25 El pueblo entero contestó:
    - ¡Nosotros y nuestros hijos respondemos de su sangre!
    26 Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo crucificaran.

 

 

 

    Pilato, consciente de la inocencia de Jesús, busca un medio de liberarlo. Recurre a una costumbre (sólo atestiguada en los evangelios) de liberar a un preso por Pascua. Y propone a la gente que elijan entre él y un preso famoso (quizá un cabecilla rebelde).
    Sentado en el tribunal, es decir, en función de juez recibe un aviso de su esposa: «Deja en paz a ese justo, que esta noche he sufrido mucho en sueños por causa suya.» Los sueños en Mateo representan una comunicación de Dios que, en esta ocasión, traicionado por Israel, se dirige al paganismo.
    Las masas, que habían experimentado una cierta simpatía por Jesús, manipuladas ahora por los dirigentes, se convierten en cómplices del asesinato de Jesús y asumen el rechazo de la propuesta de liberación que él les ofrece. Los dirigentes han conseguido sus intereses sean defendidos por la gente, en contra de lo que a esta le realmente conviene.
    Pilato cede, decide enviar a la muerte a un inocente a sabiendas de lo que está haciendo es una injusticia; pero elude asumir la responsabilidad con el gesto de lavarse las manos. El pueblo, fanatizado, asume trágicamente esa responsabilidad.

La burla de los soldados

    27 A continuación, los soldados del gobernador llevaron a Jesús a la residencia y reunieron alrededor de él toda la compañía. 28 Lo desnudaron y le echaron encima un manto escarlata; 29 después trenzaron una corona de espino, se la pusieron en la cabeza y en la mano derecha una caña. Doblando la rodilla ante él, le decían de burla:
    - ¡Salud, rey de los judíos!
    30 Le escupieron, le quitaron la caña y se pusieron a pegarle en la cabeza. 31 Terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y se lo llevaron para crucificarlo. 32 Al salir encontraron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón y lo forzaron a llevar su cruz.

 

 

 

    Tras la flagelación que siempre se hacía antes de la crucifixión, los soldados se divierten, ridiculizando la pretensión que suponen en Jesús, representando una coronación regia. En realidad se burlan de la aspiración de Israel de ser una nación libre y soberana: el pueblo de Israel acaba de rechazar a su Mesías; no le queda más que la sumisión al imperio.
    Simón de Cirene representa al discípulo que sigue a Jesús hasta la cruz y contrasta con Simón Pedro quien, ante la cercanía de la cruz ha renegado de él.

 

 

Crucifixión...

    33 Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir «La Calavera»), 34 le dieron a beber vino mezclado con hiel (Sal 69,22); él lo probó, pero no quiso beberlo. 35 Después de crucificarlo se repartieron su ropa echándola a suerte (Sal 22,19) 36 y luego se sentaron allí a custodiarlo.
    37 Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación:

    ÉSTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS

    38 Crucificaron entonces con él a dos bandidos, uno a la derecha y el otro a la izquierda.

 

 

    Llegada al lugar de la ejecución. A los condenados a la cruz se les daba una bebida para embotar sus sentidos. Mateo, sin embargo le da una significado propio al cambiar la mirra (ver Mc 15,23) poniendo este hecho en relación con el salmo 69,22 y convirtiendo el gesto en una muestra de odio.
    Mateo pasa de largo sobre la crucifixión y se fija en el reparto de la ropa, acción habitual en las crucifixiones, que Mt convierte también en signo de odio (Sal 22,19).
    El letrero de la cruz responde a la acusación de Pilato. La frase está en paralelo antitético con las de Dios en el bautismo y la transfiguración: el Mesías que Dios quiere es éste; la realeza de Jesús es ésta. Al crucificarlo junto con dos bandidos se pretende identificarlo y confundirlo con ellos.

Ultrajes

    39 Los que pasaban lo injuriaban, y decían, meneando la cabeza (Sal 22,8):
    40 -¡Tú que echabas abajo el santuario y lo reconstruías en tres días! Si eres Hijo de Dios, sálvate y baja de la cruz.
    41 Así también los sumos sacerdotes, en compañía de los letrados y los senadores, bromeaban:
    42 -Ha salvado a otros y él no se puede salvar. ¡Rey de Israel! Que baje ahora de la cruz y creeremos en él.
    43 ¡Había puesto en Dios su confianza! Si de verdad lo quiere Dios, que lo libre (Sal 22,9) ahora; ¿no decía que era Hijo de Dios?
    44 Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.

 

 

   Colgado en la cruz, Jesús es objeto de los insultos de tres grupos.
    La gente, el pueblo. Repiten la acusación del juicio ante Caifás. Jesús no puede ser el Mesías si no es capaz de bajar de la cruz. La frase recuerda las tentaciones: «si eres Hijo de Dios...». No aceptan un Dios que no sea todopoderoso, entendiendo el poder al modo del sistema vigente. Si fuera hijo de Dios haría valer su poder. El Dios y Padre de Jesús queda también desacreditado.
    Los dirigentes, el poder religioso, político y económico. En la misma línea afirman que no es posible dar credibilidad a un mesías que salva a otros pero no es capaz de salvarse a sí mismo.  No entienden ni a un Mesías que ofrece su vida libremente por la liberación de todos ni a un Dios que permite que su enviado sea derrotado.
    Los bandidos crucificados con él. Tampoco ellos (Mateo no distingue entre uno y otro) entienden lo que está sucediendo, tampoco para ellos la muerte de Jesús revela el verdadero rostro de Dios.
    El poder, en quienes lo poseen, en quienes lo sufren pasivamente o en quienes lo buscan con violencia los ciega para poder comprender el verdadero sentido de la muerte de Jesús.

Y muerte

    45 Desde el mediodía hasta la media tarde toda la tierra estuvo en tinieblas. 46 A media tarde gritó Jesús muy fuerte:
    - Elí, Elí, lemá sabaktani. (Es decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? [Sal 22,2]).
    47 Al oírlo, algunos de los que estaban allí decían:
    - A Elías llama éste.
    48 Inmediatamente uno de ellos fue corriendo a coger una esponja, la empapó de vinagre y, sujetándola a una caña, le dio de beber (Sal 69,22). 49 Los demás decían:
    - Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
    50 Jesús dio otro fuerte grito y exhaló el espíritu.
    51 Entonces la cortina del santuario se rasgó en dos, de arriba a abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron, 52 las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron; 53 después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. 54 El centurión y los soldados que con él custodiaban a Jesús, viendo el terremoto y todo lo que pasaba, dijeron aterrados:

    - Verdaderamente éste era Hijo de Dios.
    55 Estaban allí mirando desde lejos muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para asistirlo; 56 entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

 

 

 

     Las tres horas de tinieblas recuerdan la novena plaga de Egipto (Ex 10,21s), tres días de oscuridad, presagio de la cercana liberación. Ahora esa oscuridad afecta a toda la tierra: la liberación que nace de la muerte de Jesús se ofrece a toda la humanidad. Al mismo tiempo, las tinieblas son el primer episodio de lo anunciado en Mt 24,29 donde el oscurecimiento del sol representa la caída de los imperios opresores y la primera de las venidas del Hombre de las que se habla en26,64.


    El grito de Jesús expresa la misma angustia que la oración de Getsemaní, el desconcierto por la ineficacia de su muerte y el escándalo de un Dios que no es capaz de salvar a su enviado. Pero al mismo tiempo, al usar el texto del salmo 22,2 que culmina con una confesión de confianza en Dios, expresa la seguridad de que esa muerte no será el final sino que «Me hará vivir para él...» (Sal 22,31-32).
    Interpretación errónea del grito de Jesús. Piensan que pide ayuda a Elías para que lo salve. Siguen pensando que la salvación consiste en librarse de la muerte. El vinagre que le ofrecen es una nueva expresión de odio (Sal 69,22).


    El último grito de Jesús no puede entenderse como un dato real (imposible que un crucificado agonizante pueda emitir un grito muy fuerte). Ese grito coincide con el don del Espíritu (exhaló el espíritu): Jesús muere, pero entrega su Espíritu a toda la humanidad. Esa es su victoria; ese es el sentido profundo de su muerte: su Espíritu, la fuerza de la vida y del amor que lo ha llevado a dar la vida por la liberación de todos, a todos se ofrece para que todos puedan realizar la misma tarea.

 

    Varios fenómenos se producen en el momento de la muerte de Jesús. Estos fenómenos explican simbólicamente el significado profundo de la muerte de Jesús.
    La cortina que se rasga de arriba abajo: el santuario es el mismo Jesús. En ese hombre estaba la residencia del mismo Dios, el Padre, que se revela en la muerte de Jesús de manera definitiva; al mismo tiempo se manifiesta la presencia de Dios con nosotros en el Hombre-Dios. A partir de ahora, los templos no son ya el lugar de la manifestación de Dios.
    El temblor de tierra es consecuencia de esa manifestación de Dios: con la muerte de Jesús comienza el reinado de Dios en la tierra.
    Las rocas que se rajan (como la cortina del templo) expresan que, a partir de este momento, la humanidad no tiene modo de llegar a su plenitud más que si pone su fundamento en Jesús y su palabra (ver. Mt 7,24; 16,18).
    La resurrección de los santos (los que han recibido el Espíritu de Jesús y lo han seguido hasta el final) expresa que el reinado de Dios que ha comenzado es un reino de vida. La ciudad santa ya no puede referirse a Jerusalén («¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!»), sino a la comunidad cristiana.

       El terror del centurión y los guardias e semejante al de los tres discípulos en la transfiguración: es la reacción ante una teofanía. Son los paganos los primeros que descubren que Dios se revela en la muerte de Jesús.

       Sólo tres mujeres contemplan desde lejos lo que sucede en la cruz (los demás discípulos están totalmente ausentes). Las dos primeras, que representan a los seguidores de Jesús que se mantienen con él a pesar de todo, estarán presentes en el momento de la sepultura serán testigos de la resurrección; no lo será la tercera, la madre de los Zebedeos que había mostrado su esperanza en un mesías poderoso (Mt 20,20-21) representa a quienes no han podido superar el escándalo de la cruz.

Sepultura

    57 Caída la tarde llegó un hombre rico de Arimatea, de nombre José, que también había sido discípulo de Jesús. 58 Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo y Pilato mandó que se lo entregaran. 59 José se llevó el cuerpo de Jesús y lo envolvió en una sábana limpia; 60 después lo puso en el sepulcro nuevo excavado para él mismo en la roca, rodó una losa grande a la entrada del sepulcro y se marchó.
    61 Estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

 

    Termina el día (caída la tarde) que comenzó con la entrega de Jesús a Pilato (27,1). Es también la hora de la última cena: el cuerpo que Jesús ofreció a sus discípulos va a ser sepultado.
    José de Arimatea había sido discípulo de Jesús, pero no había puesto en práctica su mensaje (era un hombre rico). Da sepultura a Jesús, cierra la tumba y se marcha. Ya no hay, para él, nada que esperar. Es el personaje masculino que corresponde a la madre de los Zebedeos: no se puede ser fiel al mensaje de Jesús si se ambicionan riqueza y/o poder.
    Las otras dos mujeres presentes se mantienen al lado de Jesús, pero están sentadas, paralizadas: no tienen fe en la resurrección.

La guardia en el sepulcro

    62 A la mañana siguiente, pasado el día de la Preparación, los sumos sacerdotes y los fariseos acudieron en grupo a Pilato63 y le dijeron:
    - Señor, nos hemos acordado de que aquel impostor, estando en vida, anunció: «A los tres días resucitaré». 64 Por eso manda que vigilen el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado de la muerte. La última impostura sería peor que la primera.
    65 Pilato contesto:
    - Tomad una guardia; id y asegurad la vigilancia como ya sabéis.        66 Ellos fueron, sellaron la losa, y con la guardia aseguraron la vigilancia del sepulcro.

 

 

 

 

    A pesar de ser día de descanso, los dirigentes (sin los fariseos, fanáticos del cumplimiento de la ley), conocedores de que Jesús había anunciado su resurrección, van a pedir a Pilato que ponga guardias para evitar un fraude. Pilato les ofrece un grupo de sus guardias a los que dejan junto al sepulcro después de sellar la losa: quieren asegurarse de que Jesús no sale del sepulcro, no se levanta de la muerte. 

 

 

 



We use cookies

Usamos cookies en nuestro sitio web. Algunas de ellas son esenciales para el funcionamiento del sitio, mientras que otras nos ayudan a mejorar el sitio web y también la experiencia del usuario (cookies de rastreo). Puedes decidir por ti mismo si quieres permitir el uso de las cookies. Ten en cuenta que si las rechazas, puede que no puedas usar todas las funcionalidades del sitio web.