Domingo 4º de Pascua - Ciclo C

Evangelio: Juan 10,27-30

 

Texto

    27Mis ovejas escuchan mi voz: yo las conozco y ellas me siguen, 28yo les doy vida definitiva y no se perderán jamás ni nadie las arrancará de mi mano. 29Lo que me ha entregado mi Padre es lo que más importa, y nadie puede arrancar nada de la mano del Padre. 30Yo y el Padre somos uno.

Notas

    Los dirigentes están nerviosos y aprovechan que Jesús está en el templo para preguntarle, para exigirle que les diga si él es el Mesías (10,24). Jesús no contesta directamente a su pregunta sino que se remite a sus obras, que son las que pueden mostrar quién es él; el único problema, que afecta directamente a los dirigentes, es que para entender el significado de esas acciones hay que apreciar los calores contenidos en el proyecto de Jesús, y estar del lado de la justicia y la fraternidad: «pero vosotros no creéis porque no sois ovejas mías».
    Lo contrario que a los dirigentes sucede a “sus ovejas” (los que han acogido el mensaje de Jesús), que han establecido con él una relación de conocimiento mutuo: Jesús las conoce y ellas lo siguen, es decir, participan con él en la construcción de un mundo de hombres libres y hermanos. En su función de pastor, Jesús garantiza la vida de los suyos con su propia vida (Juan 10,11). Esas ovejas constituyen la nueva humanidad, el patrimonio que Jesús ha recibido del Padre y que nadie podrá arrancar de su mano: ya no volverán a estar bajo el control de los dirigentes.
    La última frase afirma la identificación de Jesús con el Padre, lo que provocará la reacción violenta de los dirigentes.

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