Domingo 2º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Evangelio: Juan 2,1-11

 

Texto

    2 1Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús; 2y fue invitado Jesús, como también sus discípulos, a la boda.
    3Faltó el vino, y la madre de Jesús se dirigió a él:
    -No tienen vino.
    4Jesús le contestó:
    -¿Qué nos importa a mí y a ti, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.
    5Su madre dijo a los sirvientes:
    -Cualquier cosa que os diga, hacedla.
    6Estaban allí colocadas seis tinajas de piedra destinadas a la purificación de los Judíos; cabían unos cien litros en cada una.
    7Jesús les dijo:
    -Llenad las tinajas de agua.
    Y las llenaron hasta arriba.
    8Entonces les mandó:
    -Sacad ahora y llevadle al maestresala.
    Ellos se la llevaron. 9Al probar el maestresala el agua convertida en vino, sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), llamó al novio 10y le dijo:
    -Todo el mundo sirve primero el vino de calidad, y cuando la gente está bebida, el peor; tú, el vino de calidad lo has tenido guardado hasta ahora.
    11Esto hizo Jesús en Caná de Galilea, como principio de las señales, manifestó su gloria, y sus discípulos le dieron su adhesión.

Notas

    Como se ha visto en la primera lectura, el matrimonio es signo de la alianza de Dios con su pueblo. Esta imagen así entendida nos ayudará a comprender correctamente el relato de la Bodas de Caná.
    La escena representa la sustitución de la Antigua por la Nueva  Alianza.
    La Antigua Alianza está representada por la boda en la que se agota el vino, símbolo del amor (Cant 1,2;7,10;8,2) y en la que ocupan un lugar exageradamente importante las prácticas religiosas, representadas en las tinajas (de piedra, como las tablas de la ley), preparadas para contener agua para uso religioso, pero que, además, están vacías, por lo que no cumplen el objetivo para el que teóricamente estaban destinadas.
    Estamos, en primer lugar, ante una dura crítica a la religiosidad judía del tiempo de Jesús, en la que las rutinarias prácticas religiosas han sustituido al amor, que constituía la esencia de la Antigua Alianza según el designio de Dios, tal y como revela la primera lectura. Por eso Jesús no pertenece a aquella boda/alianza, sino que participa de la fiesta de bodas en calidad de invitado, acompañado de sus discípulos, es decir, de los que van a ser la semilla de la nueva Alianza.    La madre de Jesús representa al resto de Israel, la minoría que permaneció fiel al Señor y de la que procede el mismo Jesús; su tarea ahora consiste fundamentalmente en exhortar a todos a acoger y ser fieles a la nueva alianza.
    Esa nueva alianza está anunciada en la conversión del agua en vino, es decir, en la sustitución de la Ley, representada en las tinajas de piedra, vacías -por lo que no sirven para purificar al hombre, que era su finalidad- por el vino nuevo, de la máxima calidad, es decir, el don del Espíritu, el amor de Dios que nos da la capacidad de responder a ese amor (Jn 1,16) amando a los hermanos.
    Los responsables del fracaso de la antigua alianza, representados en el maestresala, no sabrán reconocer el origen de este nuevo vino; en cambio los sirvientes, sí, con lo que quedan preparados para entender las siguientes señales que realizará Jesús y para darle su adhesión, esto es, para darle su fe.

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