Domingo 11º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Evangelio: Marcos 4,26-34

 

Texto

    26 Y siguió diciendo:
    -Así es el reinado de Dios, como cuando un hombre ha lanzado la semilla en la tierra: 27 duerma o esté despierto, de noche o de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. 28
    Por sí misma la tierra va produciendo el fruto: primero hierba, luego espiga, luego grano repleto en la espiga. 29 Y cuando el fruto se entrega, envía en seguida la hoz, porque la cosecha está ahí.
    30 Y siguió diciendo:
    -¿Con qué podríamos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos?
    31 Con un grano de mostaza, que, cuando se siembra en la tierra, aun siendo la semilla más pequeña de todas las que hay en la tierra, 32 sin embargo, cuando se siembra, va subiendo, se hace más alta que todas las hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden acampar a su sombra.
    33 Con otras muchas parábolas del mismo estilo les exponía el mensaje, a la manera como podían oírlo, 34 y no se lo exponía más que en parábolas; pero a sus propios discípulos se lo explicaba todo aparte.

Notas

    Dos parábolas que presentan cómo será el desarrollo del reinado de Dios en el mundo.
    La primera el proceso de implantación del reinado de Dios como el resultado de un proceso personal. La semilla, la palabra de Dios que penetra en el hombre lo va transformando. Es el hombre mismo -la tierra que recibe la semilla- quien la hace germinar, por sí mismo, autónoma y libremente: la semilla penetra en el hombre, la respuesta de éste produce el fruto.
    El fruto que se entrega supone la opción firme por asumir el mensaje y de conformar la propia vida de acuerdo con el mismo y la decisión de colaborar para que esa semilla se siga sembrando y dando fruto; en una palabra, la decisión de seguir a Jesús que da lugar al nacimiento de un hombre nuevo y de una nueva humanidad.
    La siega puede referirse o bien a la incorporación a la comunidad o al destino definitivo del hombre o -quizá la alternativa más probable- a ambos acontecimientos, que se conciben conectados entre sí.
    La segunda parábola se refiere a la comunidad cristiana, a la comunidad formada por los hombres nuevos en los que ha fructificado la semilla. La metáfora con la que se describe esa comunidad modera los delirios de grandeza que los discípulos pudieran haber heredado de las tradiciones judías: el reino de Dios definitivo será algo radicalmente nuevo (nacerá de una diminuta semilla y no de un tallo del cogollo del cedro alto y encumbrado - Ez 17,22); y será algo sencillo, humilde, ajeno a todo esplendor humano «...se hace más alta que todas las hortalizas...»; pero, al mismo tiempo, inmenso en su capacidad de acogida «...y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden acampar a su sombra.»

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