Domingo 3º del Tiempo Ordinario - Ciclo B

Evangelio: Juan 2,13-25

 

Texto

    13Estaba cerca la Pascua de los Judíos y Jesús subió a Jerusalén.
    14Encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas instalados. 15Haciendo como un azote de cuerdas, a todos los echó del templo, lo mismo a las ovejas que a los bueyes; a los cambistas les desparramó las monedas y les volcó las mesas 16y a los que vendían palomas les dijo:
    -Quitad eso de ahí: no convirtáis la casa de mi Padre en una casa de negocios.
    17Se acordaron sus discípulos de que estaba escrito: "La pasión por tu casa me consumirá".
    18Respondieron entonces los dirigentes judíos, diciéndole:
    -¿Qué señal nos presentas para hacer estas cosas?
    19Les replicó Jesús:
    -Suprimid este santuario y en tres días lo levantaré.
    20Repusieron los dirigentes:
    -Cuarenta y seis años ha costado construir este santuario, y ¿tú vas a levantarlo en tres días?
    21Pero él se refería al santuario de su cuerpo.
    22Así, cuando se levantó de la muerte se acordaron sus discípulos de que había dicho esto y dieron fe a aquel pasaje y al dicho que había pronunciado Jesús.
    23Mientras estaba en Jerusalén, durante las fiestas de Pascua, muchos prestaron adhesión a su figura al presenciar las señales que realizaba. 24Pero Jesús no se confiaba a ellos, por conocerlos a todos; 25no necesitaba que nadie lo informase sobre el hombre, pues él conocía lo que el hombre llevaba dentro.

Notas

    Juan propone, al comienzo del evangelio, una serie de relatos de carácter simbólico que con los que  anuncia la sustitución de las instituciones del Antiguo Testamento. En primer lugar, en el relato de las Bodas de Caná, explica cómo Jesús va a sustituir la antigua Alianza, que tiene como eje la ley, por una nueva, descrita como un banquete de bodas, una fiesta en la que se celebra el amor (2,1-12).
    Inmediatamente después anuncia la desaparición del templo, la institución central y símbolo tanto de la religión como de la nación judía.    En teoría el templo debería ser el lugar de la presencia del Dios de la liberación; pero los dirigentes habían entronizado en él su más directo competidor, el dinero y, por medio de él explotaban a la gente, incluidos los miembros más pobres del pueblo.
    Jesús se presenta como el Mesías (con distinto significado, se conocen diversas tradiciones judías que hablan del azote del Mesías) que pone en marcha un nuevo éxodo haciendo salir al pueblo (las ovejas) de aquel lugar que los jerarcas habían pervertido hasta el punto de convertirlo en instrumento de opresión de los pobres (las palomas era la ofrenda que presentaban los pobres en sus sacrificios, Lv 5,7; y es precisamente a ellos a quienes se dirige el reproche de Jesús). Igualmente, con su gesto, da cumplimiento al anuncio de Zacarías: «Y aquel día ya no habrá mercaderes en templo del Señor...» (Zac 14,21)
    Los responsables del templo (los vendedores) piden a Jesús que acredite su autoridad para realizar lo que está haciendo, a lo que responde Jesús presentando como señal su muerte futura: en ella se revelará la maldad homicida de los dirigentes (destruid este templo) y la fuerza vivificadora de Dios presente en Jesús (y en tres días lo levantaré). Al mismo tiempo, al identificarse Jesús como templo, declara que el antiguo templo ha perdido ya validez: Dios se hace presente en el cuerpo humano de Jesús que se entrega por amor a la humanidad.

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