Domingo 19º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Evangelio: Mateo 14,22-33

 

Texto

    22 Enseguida obligó a los discípulos a que se embarcaran y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a las multitudes. 23aDespués de despedirlas subió al monte para orar a solas.
    23bCaída la tarde, seguía allí solo. 24Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, maltratada por las olas, porque llevaba viento contrario. 25De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el mar. 26Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar se asustaron diciendo que era un fantasma, y daban gritos de miedo.
    27 Jesús les habló enseguida:
    - ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!
    28 Pedro le contestó:
    - Señor, si eres tú, mándame llegar hasta ti andando sobre el agua.
    29 El le dijo:
    - Ven.
    Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua para llegar hasta Jesús; 30pero al sentir la fuerza del viento le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
    - ¡Sálvame, Señor!
    31 Jesús extendió en seguida la mano, lo agarró y le dijo:
    - ¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
    32 En cuanto subieron a la barca cesó el viento.
    33 Los de la barca se postraron ante él diciendo:
    - Verdaderamente eres Hijo de Dios.

Notas

    Al terminar la multiplicación de los panes y los peces, Jesús obliga a sus discípulos a subir a la barca y alejarse de la gente: el signo que acababa de realizar podría haber provocado una reacción de entusiasmo mesiánico que Jesús no deseaba que se produjera: la opción por el proyecto de Jesús no puede ser consecuencia de un entusiasmo repentino, sino de una opción madura y plenamente consciente. Además, los discípulos de Jesús, todavía no conocen del todo cuál y cómo será el mesianismo de Jesús.
    Jesús, mientras tanto, se retira, él solo, a orar. Solamente otra vez, según el evangelio de Mateo, volverá Jesús a hacerlo, en el Huerto de los Olivos, en Getsemaní: la plegaria de Jesús puede interpretarse como reafirmación de su compromiso y aceptación del proyecto del Padre y oración por los discípulos, para que también ellos, cuando llegue el momento, sean capaces de romper con sus prejuicios y acepten ese proyecto y el mesianismo de Jesús, tal y como Dios lo ha diseñado.
    Los discípulos tienen dificultades para ejecutar la orden de Jesús: la oscuridad de la noche y el viento son símbolos de su resistencia a romper con su ideología nacionalista (Jesús les ha mandado ir al otro lado del mar, a territorio pagano, por lo que Jesús decide mostrarles hacia donde, hacia quién deben mirar si quieren encontrarse verdaderamente con Dios: caminar por las aguas es algo que sólo lo podía hacer Dios: Job 9,8; 38,16). Por eso los discípulos, que reconocen al hombre Jesús, no pueden aceptar que sea él realmente y se asustan pensando que es un fantasma.
    Al aceptar la petición de Pedro, Jesús lo está invitando a participar también él de la condición divina, a hacerse hijo de Dios; pero su fe todavía no es suficiente.
    La incorporación de Jesús a la comunidad (la barca) hace cesar las resistencias (el viento) y provoca la confesión de fe de los que estaban dentro de ella.
    Reconocen que él es Hijo de Dios, sin artículo, lo que parece indicar que empiezan a aceptar que también ellos pueden llegar a ser hijos de Dios.

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