Domingo 5º del Tiempo Ordinario - Ciclo A

Evangelio: Mateo 5, 13-16

 

Texto

    13Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se pone sosa, ¿con qué se salará? Ya no sirve más que para tirarla a la calle y que la pisotee la gente.
    14Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en lo alto de un monte; 15ni se enciende una lámpara para meterla debajo del perol, sino para ponerla en el candelero y que brille para todos los de la casa. 16Empiece así a brillar vuestra luz ante los hombres; que vean el bien que hacéis y glorifiquen a vuestro Padre del cielo.

Notas

    Sal de la tierra, luz del mundo, sabor y claridad: los discípulos  son portadores de un nuevo y definitivo sentido para la humanidad siempre y cuando hagan suyas las bienaventuranzas (el vosotros con que se inicia la lectura de hoy es el mismo que introduce la última bienaventuranza: «dichosos vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por causa mía...») y permanezcan fieles a su compromiso.
    La sal se usaba en los ritos en los que pactaba una alianza, como señal de que esa alianza no se corrompería y se mantendría firme; la luz es el resultado de la presencia de Dios en medio de un grupo humano: (Ver por ejemplo Is 60,1-3: «¡Levántate, brilla, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos; pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti;  y acudirán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.»). Si los discípulos recogen el mensaje de las bienaventuranzas y lo trasmiten fielmente al resto de la humanidad, garantizarán  la firmeza de la nueva alianza y la presencia de Dios en la tierra.
    Se trata, al mismo tiempo, de una advertencia y una llamada: la vida de los cristianos está llamada a ser ejemplo vivo de la autenticidad de la promesa de Jesús (dichosos); pero este testimonio resultará falso si la fidelidad al mensaje de Jesús no fragua como un nuevo modo de vida (si la sal se vuelve sosa, si pierde su sabor y su eficacia); y su fuerza trasformadora y salvadora tampoco será plena si no se ve, si no es proclamación y testimonio.