Bautismo del Señor - Ciclo A
Evangelio: Mateo 3,13-17
Texto |
13 Entonces llegó Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. 14 Juan intentaba disuadirlo diciéndole: - Soy yo quien necesita que tú me bautices, y ¿tú acudes a mí? 15 Jesús le contestó: - Déjame ya, que así es como nos toca a nosotros cumplir todo lo que Dios quiera. Entonces Juan lo dejó. 16 Jesús, una vez bautizado, salió en seguida del agua. De pronto quedó abierto el cielo y vio al Espíritu de Dios bajar como paloma y posarse sobre él. 17 Y una voz del cielo dijo: - Este es mi Hijo, el amado, en quien he puesto mi favor. |
Notas |
Juan Bautista, que acaba de anunciar la proximidad de un Mesías al que presenta como un juez severo, ve acercarse a Jesús y lo reconoce como el Mesías que él esperaba y anunciaba; pero ni entiende ni comparte la pretensión de Jesús de someterse a un rito, el bautismo, que constituye el reconocimiento de la condición de pecador y el compromiso de abrirse a un nuevo modo de vida. La presencia de Jesús en el Jordán y su pretensión de recibir el bautismo suponen el reconocimiento de la misión del Bautista; no obstante, hace ver a Juan que es él el que conoce y va a realizar con fidelidad el plan de Dios, al que ambos deben someterse. Jesús, al bautizarse, no confiesa sus pecados; su bautismo no simboliza la muerte a un pasado pecador, sino el compromiso de asumir su tarea hasta dar la vida (véase Mc 10,38; Lc 12,50, en donde se refieren a la muerte de Jesús mediante la expresión «ser sumergido/bautizado») en el cumplimiento de la misma. El efecto inmediato de tal compromiso es el restablecimiento de la comunicación entre la humanidad y Dios -«quedó abierto el cielo»- y el reconocimiento público por parte del Dios (el cielo) de que Jesús es, no ya el siervo (las alusiones a Is 42, 1-7 son explícitas), sino el Hijo, que realizará con la fuerza del Espíritu que él posee en plenitud, el proceso liberador que de multitud de maneras anunciaron los profetas. |