6º Domingo del Tiempo Ordinario< - Ciclo C

Evangelio: Lucas 6,17.[18-19].20-26

 

Texto

    17Bajó con ellos y se detuvo en un llano, con gran número de discípulos suyos.
    Una gran muchedumbre del pueblo, procedente de todo el país judío, incluida Jerusalén, y de la costa de Tiro y Sidón, [18que habían ido a oírlo y a quedar sanos de sus enfermedades, y también los atormentados por espíritus inmundos, se curaban; 19y toda la multitud trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los sanaba a todos].
    20Jesús, dirigiendo la mirada a sus discípulos, dijo:
    -Dichosos vosotros los pobres,
    porque tenéis a Dios por rey.
    Dichosos los que ahora lloráis, porque vais a reír.
    22Dichosos vosotros cuando os odien los hombres y os excluyan y os insulten y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hombre. 23Alegraos ese día y saltad de gozo, que grande es la recompensa que Dios os da; pues lo mismo hacían sus padres con los profetas.
    24Pero, ¡ay de vosotros, los ricos,
    porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
    25¡Ay de vosotros, los que ahora estáis repletos, porque vais a pasar hambre!
    ¡Ay de los que ahora reís, porque vais a lamentaros y a llorar!
    26¡Ay si los hombres hablan bien de vosotros, pues lo mismo hacían sus padres con los falsos profetas!

Notas

    Jesús presenta su programa después de haber roto con el judaísmo (con la institución religiosa y con la mentalidad nacionalista excluyente, -6,12,17a). La versión lucana de las bienaventuranzas tiene, respecto a la de Mateo, algunas peculiaridades de las que merecen destacarse las siguientes.
    En primer lugar es más breve, con cuatro, en lugar de ocho (o nueve) bienaventuranzas; en segundo lugar se añaden cuatro malaventuranzas, o imprecaciones en antítesis a las primeras.
    El sentido fundamental de éstas no difiere, en lo esencial, con las de Mateo: Jesús viene a proponer a la humanidad un modo de vida, el reinado de Dios, que tiene como objetivo superar las causas del sufrimiento de los hombres en el mundo; sufrimiento que tiene su origen en un orden social injusto.
    La opción por la pobreza y la riqueza equivalen a elegir la justicia o la injusticia pues, de acuerdo con la tradición profética, la pobreza es efecto de la injusticia y ésta se origina en la ambición, en el deseo de riqueza. La promesa, el tener a Dios por rey, el formar parte del reino de Dios, se refiere a este mundo en primer lugar y sólo en un segundo plano podría deducirse una promesa para el futuro, en cuanto que el Reino de Dios está formado por los que viven con la vida de Dios, -son sus hijos- y esa vida es indestructible.
    Las bienaventuranzas son, pues, un programa para cambiar este mundo.
    Un mundo gobernado por la justicia de un Dios que, porque ama a los pobres, quiere que acabemos con la pobreza y con el hambre. Un mundo en el que los que ahora son víctimas de la injusticia de este orden cambiarán su llanto por risas, su dolor por bienestar y alegría. Bienestar y alegría del que quedarán excluidos los que decidan seguir buscando la riqueza, los que traten de seguir hartándose a costa del hambre de los demás, los que ríen insensibles a la injusticia y el dolor que ellos mismos provocan.
    En cuanto que este proyecto se empiece a poner en práctica aparecerá el conflicto. Enfrentarse a los hombres responsables de la injusticia establecida y ser perseguidos por ellos debe ser causa de alegría y gozo pues Dios, que inspira y es activamente solidario con este proyecto, garantiza una gran recompensa ya para el presente, aunque sin fecha de caducidad, abierta hacia un perpetuo futuro.
    Las amenazas, sin embargo, aunque no se diga explícitamente sí que pueden tener vuelta atrás: perderán su vigencia en el momento en que cada uno de los que son destinatarios de las mismas asuma el mundo y el modo de vida que proponen las bienaventuranzas, mundo y modo de vida del que, mientras mantengan su adhesión o complicidad con la injusticia, estos están cerrándose a sí mismos la puerta.
    El siguiente pasaje del evangelio de Lucas nos indicará, además, que este conflicto no supondrá, en ningún caso, excluir a nadie de nuestro amor, ni siquiera a esos enemigos que nos persiguen.