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Via Crucis

La Pañoleta, 5 de abril de 2019



 

Rafael J. García Avilés


 

 

Introducción

     La pasión y la muerte de Jesús se desarrolló en un espacio muy reducido de tiempo. Desde el jueves al atardecer hasta la tarde del viernes. La religiosidad popular se ha centrado en esas horas para desarrollar lo que conocemos como el Via Crucis.
     Pero el camino de Jesús hacia la cruz no fue cosa de dos días, sino el resultado de toda una vida y de una serie de opciones y compromisos que Jesús de Nazaret asumió y llevó a término con toda fidelidad y coherencia. Compromisos con su Padre, Dios; compromisos con sus hermanos, los seres humanos.
     Y eso es lo que vamos a hacer hoy; acompañar a Jesús por el camino que lo llevó a la cruz desde el principio, incluso desde antes de su nacimiento.


     Al redactar este Via Crucis se han querido, por tanto, evitar dos posibles peligros. El primero reducirlo todo a lo que sucedió aquel primer jueves y el viernes santos y olvidar las causas que condujeron a este traumático desenlace.
     Y, en segundo lugar, en coherencia con la sobriedad de los relatos de los evangelistas, no caer en la recreación morbosa del dolor y el sufrimiento y poner el acento en lo realmente importante: la perversidad de un mundo organizado a espaldas de la voluntad de Dios, la fidelidad de Jesús a sus compromiso con el Padre y el amor que se revela en su entrega hasta el don de la propia vida. Y el compromiso de Dios con su Hijo que hace que la muerte y el fracaso que quisieron provocar los poderes de este mundo se convierta en la definitiva victoria del amor y de la vida.
     Por eso, como ya viene siendo habitual en nuestros Via Crucis, se ha añadido una última estación referida a la resurrección.
    
     Este año los pasajes evangélicos seleccionados pertenecen al evangelio de Lucas, que es el que se está leyendo en la liturgia

Nota.-      En la celebración de este Via Crucis se redujeron los textos evangélicos, leyendo sólo los fragmentos que se consideraron necesarios, dando por supuesto que los participantes conocían dichos textos. En la publicación en la web los textos están completos.



Primera estación: aún antes de haber nacido.
         

S. Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R. Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.

     Lucas 2,22-35
    
     22Cuando llegó el tiempo de que se purificasen conforme a la Ley de Moisés, llevaron al niño a la ciudad de Jerusalén para presentarlo al Señor 23 (tal como está prescrito en la Ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor") (Éx 13,2; 13,11) 24 y ofrecer un sacrificio (conforme a lo mandado en la Ley del Señor: "Un par de tórtolas o dos pichones") (Lv 5,7; 12,8).
     25Había por cierto en Jerusalén un hombre llamado Simeón, justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel, y el Espíritu Santo descansaba sobre él. 26 El Espíritu Santo le había avisado que no moriría sin ver al Mesías del Señor.27Impulsado por el Espíritu fue al templo y, en el momento en que entraban los padres con el niño Jesús para cumplir con él lo que era costumbre según la Ley, 28él lo cogió en brazos y bendijo a Dios diciendo:
     29-Ahora, mi Dueño, según tu promesa,
     30puedes dejar a tu siervo irse en paz,
     31porque mis ojos han visto la salvación
     32que has puesto a disposición de todos los pueblos:
     una luz que es revelación para las naciones
y gloria para tu pueblo, Israel.
     33Su padre y su madre estaban sorprendidos por lo que se decía del niño. 34Simeón los bendijo y dijo a María su madre:
     - Mira, éste está puesto para que en Israel unos caigan y otros se levanten, y como bandera discutida 35-y a ti, tus anhelos te los truncará una espada-; así quedarán al descubierto las ideas de muchos.    
    
    

  Reflexión

      
     Cuando aún Jesús no había nacido, María entonó un himno mediante el que proclamaba su fe en la palabra de Dios, agradecía la fidelidad de Dios a sus promesas y anunciaba, como si ya se hubiera realizado el cambio que se producirá como consecuencia de la misión que llevará a cabo el hijo que está esperando.
     Para María, la presencia de Dios en medio de su pueblo se va a revelar en la presencia de la justicia en las relaciones humanas. Así concreta ella la realización de esa justicia divina que ya da por realizada: «Su brazo ha intervenido con fuerza, ha desbaratado los planes de los arrogantes, derriba del trono a los poderosos y encumbra a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide de vacío».
     Lo que María espera que se cumpla, lo que su himno anuncia es esto: Dios, por medio de su enviado, va a demostrar de parte de quién está. Dios está de parte de los pobres y de los humildes, o mejor, los humillados, los empobrecidos, los marginados, los despreciados.
     A lo largo del evangelio se irá viendo, por un lado, que lo que Dios no quiere es una humanidad fragmentada en la que el bienestar de unos produce el sufrimiento de muchos, y, además, el contenido de la salvación se irá acrecentando; pero, ya desde el principio, vislumbra que la misión del hijo de María va a encontrar resistencias. Sin saberlo, María está ya anunciando el Via Crucis, el camino de la cruz.
     Cuando, al poco tiempo de su nacimiento, María y José lleven al niño para presentarlo en el templo, el anciano Simeón pronunciará una profecía en este sentido: «Mira, este está puesto para que en Israel unos caigan y otros se levanten, y como bandera discutida...». Lucas, con estas palabras, nos está señalando dónde acabará este conflicto: con el Mesías levantado en alto, en la cruz, como una bandera discutida, recibiendo la adhesión de unos y el rechazo total de otros.
    
     Oración


          Nuestro mundo sigue roto, la humanidad está fragmentada, la injusticia sigue gobernando en muchos ámbitos de nuestra realidad, muchos sufrimientos podrían superarse si nos tomáramos en serio tu palabra, si pusiéramos en práctica tu mensaje. Sabemos que tú mantendrás tus promesas. Pero quieres que nosotros seamos el vehículo necesario para su plena realización. Por eso te pedimos que nos ayudes a seguir con fidelidad y coherencia el camino de tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.



Segunda estación: desde el principio, un compromiso sin límites.
    
S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.


    
Lucas 3,15-16.21-22
    
    
     15 Mientras el pueblo aguardaba y todos se preguntaban para sus adentros si acaso Juan era el Mesías, declaró Juan dirigiéndose a todos:
     16 -Yo os bautizo con agua, pero llega el que es más fuerte que yo, y yo no soy quién para desatarle la correa de las sandalias. El os va a bautizar con Espíritu Santo y fuego.
     21 Después de bautizarse el pueblo entero, y mientras oraba Jesús después de su bautismo, se abrió el cielo, 22 bajó sobre él el Espíritu Santo en forma visible, como de paloma, y hubo una voz del cielo:
     -Hijo mío eres tú, yo hoy te he engendrado.    
    
    
Reflexión
    
     Juan Bautista propone a quienes se acercan a él un cambio de vida que se expresa simbólicamente en el bautismo que reciben.
     La respuesta a la predicación de Juan es, según Lucas, masiva: el pueblo entero -¡pero no los dirigentes!- se somete al bautismo de Juan. Y después de todo el pueblo, se acerca Jesús.
     El rito bautismal significa la ruptura con la situación de injusticia presente -muerte al pecado, en términos teológicos- para nacer a una vida nueva, para asumir un compromiso de lucha y práctica por y de la justicia.
     Jesús, que no era culpable de ningún pecado ni cómplice de la injusticia, no tenía de qué arrepentirse; sí que fue, desde su mismo nacimiento, víctima del pecado, y lo sería hasta su misma muerte. Pero el estar libre de culpa no le impidió hacerse solidario con los pecadores del pueblo, no en tanto que culpables del pecado, por el que mostraban, con su bautismo, arrepentimiento; sino en cuanto víctimas del mismo.
     
     Pero Jesús se somete al rito del bautismo, no como símbolo de arrepentimiento en relación con su pasado, sino como expresión de su compromiso con el futuro: un compromiso de amor a ese pueblo y a toda la humanidad que lo llevará, al mantenerlo hasta el final, a entregar su propia vida como testimonio de amor y prueba de fidelidad. Esto es lo que significa el bautismo de Jesús: que él se solidariza con ese deseo de cambiar de vida que se expresa en el bautismo del pueblo y que está dispuesto a dar la vida para que ese cambio sea posible.
     Con plena conciencia, con absoluta libertad, Jesús da los primeros pasos en ese Via Crucis, en ese camino hacia la cruz.    

Oración

    
     Te queremos dar las gracias, Señor, por tu solidaridad con la humanidad. Tú no fuiste nunca cómplice de la injusticia, pero sí quisiste ser solidario con los deseos de un pueblo que ansiaba y necesitaba que el mundo fuera como tu Padre lo pensó. Por eso te sometiste a un bautismo que, en todos los demás era signo de arrepentimiento, de conversión.
     También nosotros, recién nacidos, recibimos el bautismo. Y, a lo largo de nuestra vida, nos hemos dejado contaminar por los valores contrarios a tu proyecto. Por eso estamos siempre necesitados de renovar nuestra conversión, de confirmar nuestra decisión de romper con los falsos valores de este mundo para abrazar los de tu reino, reino de verdad, de justicia, de amor y de paz.
     Ayúdanos a caminar firmes por ese camino, nos cueste lo que nos cueste.
     Te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.




Tercera estación: la primera amenaza.
    
S. Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R. Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.
    

Lucas 4,16-30

     16Llegó a Nazaret, donde se había criado. El sábado entró en la sinagoga, según su costumbre, y se levantó para tener la lectura. 17Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollando el volumen, dio con el pasaje donde estaba escrito:
     18El Espíritu del Señor descansa sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, 19 a proclamar el año favorable del Señor. (Is 61,2)
     20Enrolló el volumen, lo devolvió al sacristán y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en el 21y empezó a hablarles:
     -Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante vosotros que lo habéis escuchado.
     22Todos se declaraban en contra extrañados del discurso sobre la gracia que salía de sus labios.
     23Él les dijo:
     -Os aseguro que a ningún profeta lo aceptan en su tierra. 25Pero no os quepa duda de que en tiempo de Elías, cuando no llovió en tres años y medio y hubo una gran hambre en toda la región, había muchas viudas en Israel; 26y, sin embargo, a ninguna de ellas enviaron a Elías, pero sí a una viuda de Sarepta en el territorio de Sidón. 27Y en tiempo del profeta Eliseo había muchos leprosos en Israel y, sin embargo, ninguno de ellos quedó limpio, pero sí Naamán el sirio.
     28Al oír aquello, todos en la sinagoga se pusieron furiosos 29y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad y lo condujeron hasta un barranco del monte sobre el que estaba edificada su ciudad, para despeñarlo. 30Pero él se abrió paso entre ellos y emprendió el camino.



Reflexión

     Jesús acude a la sinagoga de Nazaret, a su pueblo donde se había criado para presentarse como Mesías y exponer su programa. Nazaret representa el ambiente -y, por tanto, la mentalidad, la ideología- en que se había educado Jesús: fidelidad religiosa y nacionalismo radical. A esta manera de pensar Jesús va a proponer una alternativa que se inscribe en la más genuina tradición profética, pero que la superará.
     La lectura que Jesús proclama pertenece al tercer Isaías. En el texto original el profeta se presenta a sí mismo como enviado de Dios para proclamar una nueva intervención liberadora de Dios y un nuevo año jubilar. Jesús afirma que esas palabras del profeta se cumplen en realidad en su persona: su actividad y su misión serán buena noticia de liberación para pobres, cautivos, ciegos y oprimidos.
     Pero Jesús no lee el texto de Isaías completo. Isaías, además de «el año de gracia del Señor», anuncia «el día de la venganza de nuestro Dios».
     Jesús omite el último verso. Sus palabras, por tanto, actualizan la promesa de la gracia y nada dicen de venganza, por lo que provocan la extrañeza y el rechazo de los presentes en la sinagoga. Los paisanos de Jesús esperaban un Mesías nacionalista, ejecutor de la venganza de Dios contra los imperios que habían oprimido a Israel y contra el que en ese momento lo dominaba.
     El exclusivismo nacionalista de los nazarenos les impide captar el mensaje de Jesús y, muy al contrario, sus razones los ponen furiosos. Por eso intentan despeñarlo por un tajo.
     Pero todavía no había llegado la hora de Jesús. Le quedaba todavía un largo y duro camino por andar.

Oración

     Una de las tentaciones más frecuentes que nos asaltan a los seres humanos es la de hacernos un dios a medida, un dios del que nos podamos apropiar y al que podamos controlar, un dios enemigo de nuestros enemigos. Pero tú, Señor, quieres ser Padre de todos, tú quieres a todas las personas sin exclusión alguna, ofreces tu misericordia a todos y nada quieres saber de venganzas. Y el proclamar esto provocó la primera amenaza contra la vida de tu Hijo Jesús.
     Ayúdanos a superar esa tentación que hoy toma la forma de intolerancia, de racismo, de clasismo, de rechazo al diferente, del que no es de los nuestros; ayúdanos a conformar nuestro corazón con la misericordia del tuyo y a eliminar del nuestro todo rencor, todo deseo de venganza y toda tentación de privatizar tu amor.
      Te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.



Cuarta estación: opción por un mundo sin pobres.

S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.


     Lucas 6,20-26

     20Jesús, dirigiendo la mirada a sus discípulos, dijo:
     -Dichosos vosotros los pobres,
     porque tenéis a Dios por rey.
     Dichosos los que ahora lloráis, porque vais a reír.
     22Dichosos vosotros cuando os odien los hombres y os excluyan y os insulten y proscriban vuestro nombre como malo por causa del Hombre. 23Alegraos ese día y saltad de gozo, que grande es la recompensa que Dios os da; pues lo mismo hacían sus padres con los profetas.
     24Pero, ¡ay de vosotros, los ricos,
     porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
     25¡Ay de vosotros, los que ahora estáis repletos, porque vais a pasar hambre!     ¡Ay de los que ahora reís, porque vais a lamentaros y a llorar!
     26¡Ay si los hombres hablan bien de vosotros, pues lo mismo hacían sus padres con los falsos profetas!



  Reflexión

 
     Jesús viene a proponer a la humanidad un modo de vida, el reinado de Dios, que tiene como uno de sus objetivos superar las causas del sufrimiento humano que se origina en un orden social injusto.
     La opción por la pobreza y la riqueza equivalen a elegir la justicia o la injusticia pues, de acuerdo con la tradición profética, la pobreza es efecto de la injusticia y ésta nace de la ambición, del deseo de riqueza.
     Las bienaventuranzas son una propuesta para que la humanidad acepte vivir de acuerdo con la justicia de un Dios que, porque ama a los pobres, quiere que acabemos con la pobreza y con el hambre. La invitación a construir un mundo en el que los que ahora son víctimas de la injusticia de este orden puedan cambia su llanto por risas, su dolor por bienestar y alegría.
     Bienestar y alegría del que se excluirán a sí mismos los que decidan seguir buscando la riqueza, los que traten de seguir hartándose a costa del hambre de los demás, los que ríen insensibles a la injusticia y el dolor que ellos mismos provocan.
     Al realizar la propuesta, Jesús advierte también del riesgo: en cuanto que este proyecto se empiece a poner en práctica aparecerá el conflicto. Los responsables de la injusticia establecida no entenderán o no querrán aceptar un mundo que también será mejor para ellos. Y no se dejarán arrebatar su privilegios y, para conservarlos, perseguirán a quienes se atrevan a ponerlos en peligro.
     Y al primero que persiguieron fue al mismo Jesús. Hasta la muerte en la cruz.


     Oración

     Señor, pusiste el mundo en nuestras manos para que diera satisfacción a nuestras necesidades. Pero hay cientos de millones de seres humanos que no participan de los recursos necesarios para una vida digna, recursos que de sobra produce este mundo. Y eso duele - permítenos este antropomorfismo- a tu corazón de Padre. Danos fuerza, Señor para luchar contra la pobreza y contra su causa, la injusticia, aunque eso suponga que los hombres responsables de este mal llamado orden nos excluyan y nos insulten y proscriban nuestro nombre como consecuencia de nuestro compromiso con la propuesta de tu Hijo, que vive y reina contigo por los sigilos de los siglos.




     Quinta estación: Las malas compañías.


S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.


     Lucas 7,36-39

     36 Un fariseo lo invitó a comer con él. Entró en casa del fariseo y se recostó a la mesa.
     37 En esto, una mujer conocida en la ciudad como pecadora, al enterarse de que estaba a la mesa en casa del fariseo, llegó con un frasco de perfume, 38 se colocó detrás de él junto a sus pies, llorando, y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con el pelo, se los besaba y se los ungía con perfume.
     39 Al ver aquello, el fariseo que lo había invitado dijo para sus adentros:
     - Éste, si fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo está tocando y qué clase de mujer es: una pecadora.
     40 Jesús tomó la palabra y dijo:
     -Simón, tengo algo que decirte.
     Él respondió:
     -Dímelo, Maestro.
     41 -Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. 42 Como ellos no tenían con qué pagar, se lo perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le estará más agradecido?
          43 Contestó Simón:
     -Supongo que aquel a quien le perdonó más.
     Jesús le dijo:
     -Has juzgado con acierto.
     44 Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
     -¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies; ella, en cambio, me ha regado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con su pelo. 45 Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no me echaste ungüento en la cabeza; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. 47 Por eso te digo: sus pecados, que eran muchos, se le han perdonado, por eso muestra tanto agradecimiento; en cambio, al que poco se le perdona, poco tiene que agradecer.
     48 Y a ella le dijo:
     - Tus pecados están perdonados.
     49 Los comensales empezaron a decirse:
     - ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
     50 Pero él le dijo a la mujer:
     - Tu fe te ha salvado; vete en paz.

    
     Reflexión

     Simón, el fariseo, invitó a Jesús a compartir su mesa. Es posible que este fariseo y los que lo acompañaban a la mesa fueran un grupo de fariseos más abiertos que, sin poner en cuestión el sistema, pretendieran introducir algunas reformas. Por todo ello, quizá, Simón tenía interés en examinar a Jesús de cerca. Y un hecho inesperado hace que Jesús obtenga un claro suspenso: mientras están recostados en los divanes, entra «una mujer conocida en la ciudad como pecadora» y se dirige a Jesús: «... y empezó a regarle los pies con sus lágrimas; se los secaba con el pelo, se los besaba y se los ungía con perfume».
     Y Simón el fariseo pronuncia su sentencia: No puede ser un profeta, éste no puede hablar en nombre de Dios.
     La reacción de Jesús deja aún más desconcertados a sus compañeros de mesa: pone a aquella mujer como ejemplo para ellos, que se creían tan santos. Y además, declara que sus muchos pecados han quedado perdonados, que Dios la quiere y la perdona y que ella corresponde agradecida al amor de Dios.
     Ella, dice Jesús, ha obtenido el perdón gracias a la fe: «Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz». Se ha fiado de Jesús y, al escuchar y aceptar su llamada, ha encontrado la paz interior y la amistad con Dios. Porque Dios le ha regalado su perdón y su amistad. Ahora su fe, enriquecida con la experiencia liberadora de la paz con Dios, se desborda en una inmensa capacidad de amor y de ternura que se manifiesta en un llanto sereno y alegre que nace en lo profundo de un corazón agradecido.
     Los fariseos estaban cerrados a esa experiencia. Cumplían con exactitud la ley, pero habían renunciado a la libertad y al amor. Creían que podían merecer la amistad con Dios por sí mismos, que Dios, porque habían renunciado a ser libres -decían que por Él-, estaba obligado a ser amigo de ellos. Y, además, se sentían con el derecho de juzgar y dar sentencia contra cualquiera que fuera como ellos.
     Tal vez este grupo podría haber sido un apoyo para Jesús ante el sistema religioso; pero Jesús optó por estar del lado de los marginados por ese sistema, en coherencia con su compromiso que terminó en la cruz.


  Oración

 
     Al crear al ser humano, Señor, tú nos hiciste distintos pero iguales en dignidad y, por tanto, en derechos: «...a imagen de Dios lo creó, varón y mujer lo creó» (Gn 1,27). Pero a lo largo de la historia la humanidad ha preferido el poder a la igualdad. Y unos seres humanos han sometido a otros; y los varones a las mujeres. Al hacerlo, además de cometer una grave injusticia, se ha cometido una enorme estupidez: hemos dilapidado la riqueza de las cualidades propias de la mujer. Y, además, siempre se han justificado los errores del varón mientras que, por los mismos errores la mujer ha sido siempre severamente juzgada y condenada. Hoy te pedimos que nos ayudes a restablecer la igualdad del principio, a no convertirnos en jueces de nadie, a aprender a reconocer nuestros errores y nuestra complicidad con las situaciones de injusticia, especialmente de aquellas en las que la víctima es una mujer y, sobre todo, a recibir agradecidos tu amor y tu perdón. Te lo pedimos por tu hijo Jesús, nuestro hermano, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.



     Sexta estación: se empieza a revelar la meta.


S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.


     Lucas 9,18-25

     18 Una vez que estaba orando él solo, se encontraban con él los discípulos y les hizo esta pregunta:
     -¿Quién dice la gente que soy yo?
     19 Contestaron ellos:
     -Juan Bautista; otros, en cambio, Elías, y otros un profeta de los antiguos que ha vuelto a la vida.
     20 Entonces él les preguntó:
     -Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
     Pedro tomó la palabra y dijo:
     -El Mesías de Dios.
     21 Pero él les conminó a que no lo dijeran absolutamente a nadie.22 Y añadió:
     -El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser rechazado por los senadores, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y, al tercer día, resucitar.
     23 Y, dirigiéndose a todos, dijo:
     -El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue cada día con su cruz y entonces me siga;
24 porque si uno quiere poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, ése la pondrá a salvo. 25 Y ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si acaba perdiéndose o malográndose él mismo?


  Reflexión

 
     La llegada del Mesías, se pensaba, supondría una época de abundancia y bienestar para todos. Jesús acaba de realizar el signo del reparto de los panes que muestra la posibilidad de esa esperada situación.
     En ese contexto, la primera pregunta de Jesús a sus discípulos resulta especialmente significativa: ¿qué efecto está teniendo entre la gente su mensaje y su actuación, sus palabras y los signos que realiza?
     La respuesta a la primera pregunta muestra un cierto despiste de la gente: todos colocan a Jesús en la línea de los profetas, pero sin llegar a descubrir la novedad de esta última intervención de Dios.
     Tampoco Pedro acierta, porque Jesús no se identifica con el modelo de mesías que sus discípulos tienen en la cabeza: el mesías nacionalista y violento que esperaban la mayoría de sus conciudadanos.
     Jesús se presenta como humano, se define como hijo de hombre; y su camino nada tiene que ver con la esperanza de sus discípulos. No va a luchar mediante la fuerza para vencer a sus enemigos; se va a enfrentar a ellos, sí, pero mediante una fuerza distinta a la de los poderosos de este mundo: la vida de Dios que garantiza, frente a la violencia mortífera de los poderosos, su vida.
     Ese es su camino.
     Pero, además, quienes quieran seguirlo han de estar convencidos de que querer salvar la vida sin romper con este orden de muerte, es la más absurda contradicción; y han de saber también que no peligra la vida de quienes la dejan confiados en las del Padre Dios, y la ocupan en trabajar para que los hombres puedan vivir como desea ese Padre.
     Ese es su camino, y no el que esperaban sus discípulos; y ese es el camino que han aceptar sus seguidores.

     Oración

     Es duro, Señor, andar un camino, ya por sí mismo difícil, cuando al final sabes que te vas a encontrar con la cruz. Es duro asumir una tarea sabiendo que vas a entrar en conflicto con los poderosos, con los religiosos y con los intelectuales (senadores, sumos sacerdotes y letrados). Tú lo hiciste porque eras consciente de que vivir en complicidad con un mundo homicida es un absurdo; y porque la tarea de luchar para el hombre viva en plenitud está respaldada por la fuerza vital de tu Padre que garantiza para ti y para los que te sigan que el final no será la cruz ni el sepulcro, sino siempre la vida. Hoy te pedimos que, igual que anunciaste a tus discípulos anticipadamente la victoria de la vida sobre la muerte, nos vayas haciendo a cada uno de nosotros y a toda la humanidad, partícipes anticipadamente de tu resurrección. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos.



     Séptima estación: Jesús decide enfrentarse con Jerusalén.


S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.
     Lucas 9,51.61-62

     61 Cuando iba llegando el tiempo de que se lo llevaran a lo alto, también él resolvió ponerse en camino para encararse con Jerusalén.
     Mientras iban por el camino, le dijo uno:
     -Te seguiré, Señor, pero permíteme despedirme primero de mi familia.
     62 Jesús le contestó:
     - El que echa manó al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios.    


  Reflexión

 
     A los discípulos de Jesús les resultaba difícil aceptar el modelo de mesianismo que Jesús encarnaba. Les resultaba difícil entender que la nueva propuesta de Dios a la humanidad tuviera que pasar necesariamente por el enfrentamiento del Mesías con las instituciones del pueblo elegido. Por eso Jesús toma la decisión de iniciar la que hoy podemos considerar como la penúltima etapa de su Via Crucis, de su camino hacia la cruz.
     Y resuelve ir a Jerusalén, símbolo del sistema religioso judío.
     La razón es que ya está a punto de cumplirse «el tiempo de que se lo llevaran a lo alto» en una doble alusión: a la cruz y a la ascensión.
     La actitud con la que afronta el viaje es claramente polémica: Jesús va a enfrentarse, a plantar cara a la situación degradada y corrupta de las instituciones judías. No es la primera vez que un profeta se encara con las instituciones religiosas judías: la frase der Lucas recuerda la misión del profeta Ezequiel: «Me dirigió la palabra el Señor: Hijo de hombre, profetiza y planta cara a Jerusalén, fija la mirada contra su santuario y profetiza contra la tierra de Israel.» (Ez 21,6-7).
     El camino que inicia será difícil, doloroso, pero no tiene marcha atrás. Ni para Jesús ni para quienes decidan seguirlo: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el reino de Dios.»
 
     Oración

     Decía Helder Camara que el cristiano nunca debe dar un paso atrás, que siempre, siempre debe caminar hacia delante, aunque lo que tenga delante sea la cruz. Así lo hiciste tú y así lo han hecho muchos de tus seguidores; hace sólo dos semanas recordábamos la entrega de otro de tus seguidores, Óscar Romero. Tu sabías que la tarea de instaurar en el mundo el Reinado de Dios exige un compromiso firme y que la nostalgia de la comodidad egoísta e insolidaria nos tentaría una y otra vez no sólo a volver la vista, sino a dar pasos hacia atrás. Sólo con tu ayuda podremos vencer esa tentación, ayuda que hoy te pedimos a ti que vives por los siglos de los siglos.



     Octava estación: Fuego he venido a lanzar a la tierra.


S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.

     Lucas 12,22a.49-50

     22 Y a sus discípulos, Jesús les dijo:     - 49 Fuego he venido a lanzar a la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha prendido! 50 Pero tengo que ser sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla. 51 ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino división.


  Reflexión

 
     Hay fuegos que arrasan y destruyen como el de las amenazas de Juan Bautista (Lc 3,9.16.17); pero ese fuego que dice Jesús que él ha venido a traer a la tierra no destruirá a las personas, sino los valores y las estructuras que son contrarias al plan de Dios. Ese fuego es el Espíritu (Hch 2,3) que, para las personas, es fuerza de vida y amor incompatible con las estructuras egoístas e injustas de este mundo.
     En la medida en que ese Espíritu sea acogido en el corazón humano hará que sea derrotada la injusticia, que el amor venza al odio, que la opresión sea sustituida por relaciones fraternales entre las personas. Y ese fuego, dice Jesús, ya ha prendido en quienes le han dado su adhesión. Y Jesús quiere que prenda definitivamente en nuestra tierra. La expresión tengo que ser sumergido por las aguas renueva su compromiso en el bautismo y anuncia la respuesta violenta del orden presente ante su proyecto. Ese orden lo llevará a la muerte pero con ella el Espíritu, que Jesús pondrá en las manos del Padre, quedará a disposición de toda la humanidad.
     Entonces, ¿Jesús no trae paz? No es verdadera paz la que esconde la injusticia. ¿Trae entonces guerra? Sí: guerra contra la pobreza, contra la injusticia y la explotación del hombre por el hombre, contra la hipocresía, el egoísmo, la manipulación de Dios y la opresión de los débiles.
     Pero en esta guerra no se derramará más sangre que la suya y la de algunos de sus seguidores.
 
     Oración

     Muchos fuegos destructivos amenazan a nuestro mundo. Pero tú nos ofreces un fuego para dar calor a nuestra vida, para dar vida verdadera a nuestra existencia, a la de cada uno y a la de toda la humanidad.
     El conflicto es inevitable. Y podría parecer que los fuegos que arrasan son más fuertes que las llamas que vivifican. Sabemos que no será así porque tú estas del lado de la vida. Pero también sabemos que el fuego que tú ofreces solo será eficaz si se acepta libremente. Danos Padre la fuerza y la generosidad necesaria para acoger el fuego que tu Hijo nos trae y la generosidad necesaria para comprometernos a renovar con él el mundo entero. Te lo pedimos por tu hijo Jesús, nuestro hermano, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

     Novena estación: Lo que conduce a la paz.

S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.


     Lucas 19,29-46


     29 Al acercarse a Betfagé y Betania, en dirección al monte que llaman de los Olivos, envió a dos de sus discípulos 30 diciéndoles:
     -Id a esa aldea de enfrente; al entrar encontraréis un borrico atado en el que nadie se ha montado nunca. Desatadlo y traedlo. 31 Y si alguien os pregunta por qué razón lo desatáis, contestadle que el Señor lo necesita.
     32 Los enviados fueron y encontraron lo que les había dicho.
     33 Mientras desataban el borrico, sus dueños les preguntaron:
     -¿Por qué desatáis el borrico?
     34 Contestaron ellos:
     -El Señor lo necesita.
     35 Se lo llevaron a Jesús, echaron sus mantos encima del borrico y ayudaron a Jesús a montarse. 36 Según iba él avanzando, alfombraban el camino con los mantos. 37 Cuando ya se acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, la muchedumbre de los discípulos, en masa, empezó a alabar a Dios con alegría y a grandes voces por todas las potentes obras que habían visto. 38 Decían:
     -¡Bendito el que viene como rey en nombre del Señor! Del cielo paz y a Dios gloria! (Sal 118,26).
     39 De entre la multitud, unos fariseos le dijeron:
     -Maestro, reprende a tus discípulos.
     40 Él replicó:
     -Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.
     41 Al acercarse y ver la ciudad, le dijo llorando por ella:
     42 -¡Si también tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no, no tienes ojos para verlo. 43 Por eso van a llegar días en que tus enemigos te rodeen de trincheras, te sitien, aprieten el cerco,44 te arrasen con tus hijos dentro y no dejen en ti piedra sobre piedra; porque no reconociste la oportunidad que Dios te daba.
     45 Entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, 46 diciéndoles:
     -Escrito está: Mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis convertido en una cueva de bandidos (Is 56,7; Jr 7,11)
     47 Todos los días enseñaba en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes y los letrados trataban de acabar con él, y lo mismo los notables del pueblo, 48 pero no encontraban modo de hacer nada, porque el pueblo entero lo escuchaba pendiente de sus labios.    


  Reflexión

 
     Jesús, para mostrar cuál es su mesianismo, realiza la profecía de Zacarías (9,9-10): la llegada a Jerusalén como rey... justo y victorioso, humilde y cabalgando un asno, como un rey pacífico que empezará por destruir las armas de su ejército para así dictar la paz a las naciones y extender su dominio hasta los confines de la tierra. Los discípulos serán los encargados de difundir este tipo de mesianismo humilde y pacífico que el pueblo -la aldea- no conoce porque está oculto -atado- por la ideología oficial.
     El gesto de desatar el borrico significa que se libera la profecía y se pone en marcha su cumplimiento indicando que comienza la liberación de todos los que se van a beneficiar por el gobierno de un rey pacífico y justo, es decir, de todos los que se van a librar de un poder alienante, opresor y esclavizador.
     Los discípulos, que ya son muchedumbre, aclaman a Jesús como el Mesías que va a hacer llegar la paz de Dios a su pueblo; el pueblo, sin embargo, no participa en la manifestación; asiste como mero espectador, acogiendo en su seno a los fariseos que censuran a los discípulos por aclamar como Mesías a quien se presenta como rey pacífico. Pero ya no se podrá ocultar ni el mesianismo de Jesús ni su carácter no violento.
     En el evangelio de Lucas este relato tiene un final distinto al de otros evangelios: Jesús no entra en la ciudad, a la que advierte que no entiende lo que significa verdaderamente la paz (en el nombre “Jerusalén” resuena la palabra Shalom, paz) y llora porque su rechazo a un Mesías pacífico provocará su ruina.
     Y se va derecho al templo, en donde culminará su enfrentamiento con la institución y la jerarquía religiosa que reacciona buscando su muerte: «los sumos sacerdotes y los letrados trataban de acabar con él, y lo mismo los notables del pueblo.» Paso a paso, Jesús va completando su camino hacia la cruz.


  Oración

 
     Padre nuestro: tu Hijo lloró por el fracaso tantas veces repetido de tu amor porque tu pueblo desperdició, una a una, hasta la última, todas las oportunidades que tú le diste, prefiriendo un modo de vida contrario a tu designio: prefirió el poder al servicio, la venganza a la paz, el fanatismo a la libertad...
     Más de dos mil años después, seguimos desaprovechando la posibilidad de acoger y poner en práctica el modo de vida que tu hijo nos propuso. Hoy te pedimos, cuando recordamos su entrega, que aprovechemos esta nueva oportunidad para cambiar nuestras vidas y transformar nuestro mundo de modo que cada uno de nosotros y toda la humanidad comprendamos lo que conduce a la paz. Te lo pedimos por Jesús, hijo tuyo, hermano nuestro que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.



     Décima estación: Traicionado y apresado.


S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.

     Lucas 22,2-4. 21-23.47-48

     2 Los sumos sacerdotes y los letrados andaban buscando la manera de darle muerte, pues tenían miedo al pueblo. 3 Pero entró Satanás en Judas, el llamado Iscariote, que pertenecía al grupo de los Doce 4 y éste fue a tratar con los sumos sacerdotes y los oficiales la manera de entregárselo. ...
21Pero mirad, la mano del que me entrega está a la mesa conmigo. 22Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido, pero ¡ay del hombre que lo entrega! ...
     47 Aún estaba hablando cuando apareció gente: el llamado Judas, uno de los Doce, iba en cabeza y se acercó a Jesús para besarlo.
     48 Jesús le dijo:
     -Judas, ¿con un beso entregas al Hombre?...

     Reflexión

     El poder tiene miedo al pueblo, porque el pueblo empieza a vislumbrar la fuerza del Espíritu del Dios de la liberación en Jesús. Y para defender su posición de privilegio, su poder, tratan de eliminar al portador de esa fuerza.
     Judas, que como el resto de los discípulos ha convivido con Jesús y conoce la fuerza de ese Espíritu, sabe que Jesús quiere compartir con ellos esa fuerza para construir una humanidad nueva, una humanidad verdaderamente humana, una humanidad a imagen del Dios y Padre de Jesús.
     Pero Judas tiene dentro a Satanás, ha caído en la tentación que Jesús superó en el desierto: «Después, llevándolo a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: Te daré todo ese poder y su gloria, porque me la han dado a mí y yo la doy a quien quiero; si tu me rindes homenaje, será toda tuya.» (Lc 4, 6-7). Su ambición personal y su codicia -treinta monedas de plata- le han conducido a la traición.
      Pretendió armonizar la fuerza del Espíritu de Jesús con su deseo de poder, pero una y otro resultan incompatibles.
     Por eso, a pesar de que Jesús comparte su vida con él en el vino y el pan de la última cena, a pesar de que Jesús le hace saber que está al corriente de su traición, a pesar de que se le ofrece como modelo del ideal de Hombre que él encarna como quien se entrega al servicio de los demás, Judas opta por los valores de los hombres, por los valores de este mundo, el poder y el dinero, y consuma su traición.


  Oración

 
     No hay nada más duro que la deslealtad de un amigo; y tú, Señor, tuviste que pasar también por ese trago. Hoy nosotros, que nos consideramos amigos tuyos queremos pedirte que la fuerza de tu Espíritu nos ayude a ser fieles a esa amistad, a no traicionarla nunca y, por supuesto, a no esconder la traición mediante un beso, mediante expresiones de afecto y fidelidad: que jamás nos mostremos como amigos tuyos si estamos haciendo lo contrario de lo que nos propones; o mejor, que siempre se convierta en vida y compromiso la relación de amistad que nos une a ti, la fe que confesamos y proclamamos. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
 

     Undécima estación: Negado... pero recupera al amigo.

S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.

     Lucas 22,31-34. 54-62

     31 -¡Simón, Simón! Mira que Satanás os ha reclamado para cribaros como trigo. 32 Pero yo he pedido por ti para que no pier­das la fe. Y tú, cuando te arrepientas, afianza a tus hermanos.
     33 Le contestó Pedro:
     -Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la muerte.
     34 Replicó Jesús:
     -Te digo, Pedro, que hoy, antes que cante el gallo, dirás tres veces que no me conoces.
     54 Detuvieron a Jesús y se lo llevaron. Lo condujeron a casa del sumo sacerdote, y Pedro lo seguía de lejos. 55 Encendieron fuego en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó se sentó entre ellos. 56 Una criada, al verlo sentado a la lumbre, lo miró fijamente y le dijo:
     -También éste estaba con él.
     57 Pero él lo negó diciendo:
     -No lo conozco, mujer.
     58 Poco después lo vio otro y le dijo:
     -Tú también eres uno de ellos.
     Pedro replicó:
     -No, hombre; yo, no.
     59 Pasada cosa de una hora, otro insistía:
     -Seguro, también éste estaba con él, porque es también galileo.     60 Pedro contestó:
     -¡Hombre!, ¡no sé de qué hablas!
     6 Todavía estaba hablando cuando de pronto cantó un gallo. El Señor, volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de lo que el Señor le había dicho: «Antes que cante hoy el gallo me negarás tres veces». 62 Y, saliendo fuera, lloró amargamente.
 

  Reflexión

 
     La tentación de Judas amenazó también a los demás discípulos. El evangelio de Lucas coloca inmediatamente después la discusión de los discípulos sobre «cual de ellos debía ser considerado el más grande» (Lc 22,24-30). Jesús les advierte de que para construir un mundo nuevo del que es semilla su comunidad, hay que invertir la escala de valores: no será el poder, sino el servicio que por amor se ofrece libremente, el que haga que el mundo sea como Dios quiere.
     Como lo conocía bien, Jesús considera necesario hacer una advertencia a Pedro: él también puede caer en la tentación; él también puede perder la confianza en el camino que le señala su maestro.
     Pedro protesta. Él no va a entregarlo, por supuesto; al contrario, se declara dispuesto a ir a la cárcel y a dar la vida con Jesús.
     Pero cuando llega la hora, cuando la prueba se presenta con más fuerza, se siente inseguro y atenazado por el miedo, duda de la eficacia del amor para cambiar el mundo. Y cae en la tentación: «No lo conozco, mujer. ... ¡Hombre!, ¡no sé de qué hablas!».
     Pedro había sido demasiado arrogante, pero era sincero. Y era un amigo leal. Por eso, cuando leyó el afecto, el amor del amigo en la mirada de Jesús, salió de la zona de influencia del sumo sacerdote y anegado en lágrimas inició su propio camino que le llevaría primero a realizar el encargo de Jesús -«cuando te arrepientas, afianza a tus hermanos»- y finalmente a morir, como su amigo y maestro, en la cruz.


  Oración

 
     Mala consejera es, Señor, la arrogancia; y peor todavía, la ambición. Por culpa de una o de otra, Pedro también te traicionó; aunque supo reconocer tu afecto en tu mirada y reconocer, de inmediato, su error. Y lo recuperaste como amigo. Señor Jesús: si algún día los falsos valores de este mundo nos seducen y te volvemos la espalda, míranos con cariño ayúdanos a romper de nuevo con esos valores, a reconstruir esa amistad rota por nosotros y a mantenerla con la fidelidad que se merece un amigo que da la vida por sus amigos... y por sus enemigos. Te lo pedimos a ti, que vives por los siglos de los siglos.

   Duodécima estación: Jesús condenado a muerte

 
S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.


  Lucas 22,66-23,7-25

 
66 Cuando se hizo de día, se reunieron los senadores del pueblo, así como los sumos sacerdotes y letrados, y, haciendo comparecer a Jesús ante su Consejo,
67 le dijeron: -Si tú eres el Mesías, dínoslo. Él les contestó: -Si os lo digo, no lo vais a creer,
68 y, si os hago preguntas, no me vais a contestar.
69 Pero de ahora en adelante el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de la Potencia de Dios (Sal 110,1).
70 Dijeron todos: -Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios? Él les declaró: -Vosotros lo estáis diciendo, yo soy.
71 Ellos dijeron: -¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
23      1 Se levantó toda la asamblea y condujeron a Jesús a presencia de Pilato. 2 Empezaron la acusación diciendo:
      -Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación, impidiendo que se paguen impuestos al César y afirmando que él es Mesías y rey.
     3 Pilato lo interrogó:
     -¿Tú eres el rey de los judíos?
     Él le contestó declarando:
     -Tú lo estás diciendo.
     4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a las multitudes:
     -No encuentro ningún delito en este hombre.
     5 Ellos insistían:
     -Solivianta al pueblo enseñando por todo el país judío; empezó en Galilea y ha llegado hasta aquí.
     6 Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; 7 al enterarse de que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, se lo remitió a Herodes, que estaba también en la ciudad de Jerusalén por aquellos días.
     8 Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; hacía tiempo que estaba deseando verlo por lo que oía de él, y esperaba verlo realizar algún milagro. 9 Le hizo numerosas preguntas, pero Jesús no le contestó palabra. 10 Estaban allí los sumos sacerdotes y los letrados acusándolo con vehemencia. 11 Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio; para burlarse de él, le hizo poner un ropaje espléndido y se lo remitió a Pilato. 12 Aquel día se hicieron amigos Herodes y Pilato, que antes estaban enemistados.
     13 Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, 14 y les dijo:
     -Me habéis traído a este hombre como si fuera un agitador del pueblo; pues bien, yo lo he interrogado delante de vosotros y no he encontrado en él ninguno de los delitos de que lo acusáis. 15 Herodes tampoco, porque nos lo ha devuelto. Ya veis que no ha hecho nada que merezca la muerte, 16 así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
     18 Pero ellos gritaron todos a una:
     -¡Quita de en medio a ése y suéltanos a Barrabás!
     19 (A este último lo habían metido en la cárcel por cierta sedición acaecida en la ciudad y por asesinato).
     20 Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús. 21 Pero ellos vociferaban:
     -¡Crucifícalo, crucifícalo!
     22 Él les dijo por tercera vez:
     -Y ¿qué ha hecho éste de malo? No he encontrado en él ningún delito que merezca la muerte, así que le daré un escarmiento y lo soltaré.
     23 Ellos insistían a grandes voces en que lo crucificara, y las voces iban arreciando.
     24 Pilato decidió que se hiciera lo que pedían: 25 soltó al que reclamaban (al que habían metido en la cárcel por sedición y asesinato) y a Jesús se lo entregó a su arbitrio.    
 
     Reflexión

     Había que condenarlo. Era necesario quitarlo de en medio para conservar el poder.
     Intrigantes los dirigentes judíos que no cesan hasta que consiguen que Jesús responda a sus preguntas de tal forma que ellos puedan fundamentar una acusación de blasfemia.
     Jesús se afirma como Hombre, Hijo de hombre y, como tal, anuncia que, en adelante, formará parte del ámbito de la divinidad. Pero ellos no pueden aceptar que en Jesús Dios se humaniza y el hombre entra en el ámbito de la divinidad. Consideran una blasfemia decir que, como recitaban los primeros cristianos , «...a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; ... , se despojó de su rango y tomó la condición de siervo, haciéndose uno de tantos... presentándose como simple hombre...». Esa afirmación era para ellos una herejía y una amenaza: un Dios-Humano, un Hombre-Dios ya no necesita mediadores.
     Intrigantes e hipócritas. Porque ante Pilato, el único que podía condenarlo a muerte, no lo acusan de blasfemo sino de agitador de masas, objetor fiscal y enemigo del imperio y antagonista del emperador. Pero, a pesar de esas acusaciones, no logran su objetivo. El gobernador romano lo considera inocente.
     Herodes soberbio y vacío. Pilato le manda a Jesús y él se alegra porque quiere divertirse pues «esperaba verlo realizar algún milagro». Quería una sesión de magia, de ilusionismo. A pesar de todo, tampoco él le hace caso a las acusaciones de sumos sacerdotes y letrados. Pero, como no consigue ni siquiera una sola palabra de Jesús, se enfada y lo trata con desprecio; y, sin condenarlo, lo devuelve a Pilato.
     Pilato, cínico y cobarde. Reconoce que Jesús es inocente, pero al final cede a la presión de los dirigentes judíos. Y libera a un agitador, condenado por sedición y asesinato. A él y a todos los demás debió parecerle menos peligrosa para sus privilegios la violencia homicida de Barrabás que el servicio por amor, la fuerza revolucionaria del Espíritu de Jesús. Por eso, al final, cedió a los que pedían que lo mandara crucificar, liberó al asesino «y a Jesús se lo entregó a su arbitrio».
 


  Oración


       La historia, Señor se repite. Hoy se sigue juzgando y acusando de los más graves delitos a personas que trabajan en favor de la vida de los demás. Seguro que tú te ves de nuevo ante los tribunales que juzgan a los voluntarios que se dedican a salvar las vidas de las personas que, acuciadas por el hambre y la miseria se lanzan al mar en busca de una vida mejor. Los acusan de ser traficantes de personas, y les amenazan con largos años de cárcel. Ayúdanos a verte a ti en ellos, aunque algunos, quizá no te conocen. Ayúdanos a combatir la injusticia de considerar criminales a quienes están realizando la tarea que tú encargaste a tus primeros discípulos: que se convirtieran en pescadores de hombres vivos. Te lo pedimos a ti, que fuiste víctima de un juicio injusto y ahora vives y reinas por los siglos de los siglos.


     Decimotercera estación: Este es el Rey de los judíos
                                       
S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R.     Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.

     Lucas 23,32-38
     32 Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con él. 33 Cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», los cru­cificaron allí, a él y a los malhechores, uno a su derecha y otro a su izquierda. 34 Jesús decía:
     -Padre, perdónalos, que no saben lo que están haciendo.
     Se repartieron sus ropas echando suertes.
     35 El pueblo se había quedado observando. Los jefes, por su parte, comentaban con sorna:
     - A otros ha salvado; que se salve él si es el Mesías de Dios, el Elegido.
     36 También los soldados se burlaban de él; se acercaban y le ofrecían vinagre 37 diciendo:
     - Si eres tú el rey de los judíos, sálvate.
     38 Además, tenía puesto encima un letrero:

      ÉSTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.

    

  Reflexión

 
     El camino hacia la cruz ha terminado. La ejecución se lleva a término. Entre malhechores. Para que así se confunda quien mire hacia los que están siendo ejecutados.
     Llama la atención la sobriedad en el relato, sin concesiones a la descripción morbosa de los detalles de la tortura y el sufrimiento. Lo que interesa no es describir la maldad de la ejecución. Lo que el evangelista quiere destacar es lo que convierte aquel suplicio en causa de salvación: «Padre, perdónalos, que no saben lo que están haciendo.»
     No es el dolor, es el amor lo que salva. El amor de aquel crucificado y el amor del Padre que en ese amor se revela. El amor, que abarca incluso a los enemigos, se manifiesta en esta oración que pide el perdón para sus ejecutores y que, al formularse, está otorgando el perdón del ejecutado.
     No. No fue la voluntad de Dios lo que colgó a Jesús de aquel madero; fue la maldad de un sistema que no respeta la dignidad de quienes fueron creados a imagen y semejanza y están llamados a ser hijos de Dios; y tal vez, la ceguera de quienes no conocen su propia dignidad. De un sistema que sigue clavando en la cruz, todavía hoy, a quienes se atreven a defender que la persona humana es el valor que está por encima de cualquier otra realidad, a quienes se arriesgan a luchar por un mundo más justo, más fraterno, por un mundo gobernado por la fuerza y por el Espíritu del que en un patíbulo fue proclamado rey.
     Entre las reacciones de los presentes el evangelista destaca la pasividad del pueblo, el cinismo enfermizo de los dirigentes, la burla de los soldados. Todos coinciden en una idea: el que no puede salvarse a sí mismo, no puede salvar a los demás; y en todos ellos late la misma convicción: lo lógico es que el que tiene poder para salvarse empiece a usar ese poder en beneficio propio. No sabían lo que hacían. No sabían lo que perdían. No conocían la lógica del Reinado de Dios ni entendían ni aceptaban el modo de ser rey de aquel que agonizaba bajo el letrero que como tal lo proclamaba.


  Oración

 
     Sigue siendo difícil aceptar la lógica de tu Reino en el mundo en que vivimos en el que el verdadero rey es aquel sobre el que tú dijiste que no se le puede servir al mismo tiempo que a tu Padre, en el que lo lógico es que el que tiene poder lo utilice primero, si no exclusivamente, en beneficio propio.
     Tú, clavado en la cruz, ratificas lo que le habías dicho a tus discípulos:; «Los reyes de las naciones las dominan... Pero vosotros, nada de eso: al contrario, el más grande entre vosotros, iguálese al más joven, y el que dirige al que sirve... Yo estoy entre vosotros como el que sirve.» Un servicio que decidiste prestar libremente y que te llevó finalmente a la cruz.
     Hoy queremos darte gracias por tu entrega y pedirte que nos ayudes a asumir que el servicio que nace libremente del amor es la única fuerza que puede convertir este mundo de manera efectiva en tu reino y a actuar en consecuencia.
     Te lo pedimos a ti, que fuiste reconocido como rey al tiempo que eras ejecutado en un patíbulo y ahora vives y reinas por los siglos de los siglos.



     Decimocuarta estación: Muerte de un hombre justo.

     Lucas 23,39-49

     39 Uno de los malhechores crucificados lo insultaba:
     - ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros.
     40 Pero el otro lo increpó:
-¿Ni siquiera tú, sufriendo la misma pena, tienes temor de Dios? 41 Además, para nosotros es justa, nos dan nuestro merecido; en cambio, éste no ha hecho nada malo.
     42 Y añadió:
     -Jesús, acuérdate de mí cuando vuelvas como rey.
     43 Jesús le respondió:
     - Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
     44 Era ya eso de mediodía cuando la tierra entera quedó en tinieblas hasta la media tarde, 45 porque se eclipsó el sol; y la cortina del santuario se rasgó por medio.
     46 Jesús clamó con voz muy fuerte:
     -Padre, en tus manos pongo mi espíritu.
     Y dicho esto, expiró.
     47 Viendo lo que había sucedido, el centurión alababa a Dios diciendo:
     - Realmente, este hombre era justo.
     48 La muchedumbre que había acudido al espectáculo, al presen­ciar lo ocurrido, se volvió a la ciudad dándose golpes de pecho. 49 Todos sus conocidos se mantenían a distancia, y también las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, y que estaban viendo aquello.    


     Reflexión

     A mediodía, se hace de noche. El sol se oscurece. Las tinieblas, que representan todo lo que se organiza y se vive en contra del designio de Dios, parece que triunfan. Pero como se verá, es una victoria aparente. Jesús completa su via crucis poniendo en las manos del Padre su Espíritu. Ese Espíritu que le ha dado la fuerza para amar hasta el punto de asumir voluntariamente el riesgo de tener que entregar su vida.
     Es mediodía y todo se ha vuelto oscuro. Sólo se vislumbra algo de claridad en la reacción de dos personas que han sabido captar la valentía y la generosidad de lo que en ese momento estaba sucediendo. Los demás evangelios hablan de otros dos crucificados con Jesús. Mateo y Marcos indican que eran malhechores, igual que Lucas. Pero sólo este último nos descubre que los frutos del amor de Jesús se empiezan a ver de inmediato. Él, que dijo que no venía a llamar a los justos (a los que se consideran justos) sino a los pecadores, provoca la primera reacción positiva a su entrega. Uno de los que estaban crucificados con él, reconoce la justicia de la pena que él sufre mientras afirma que Jesús está sufriendo el mismo suplicio sin haber hecho nada malo.     Y lo más sorprendente: el responsable de la ejecución, un centurión romano, pagano por tanto, reconoce abiertamente: «Realmente, este hombre era justo.», al tiempo que alababa a Dios. Es decir: reconoce en la justicia de aquel hombre, la presencia de Dios. Y ese reconocimiento contiene implícitamente otra confesión: la injusticia de la ejecución que él mismo está llevando a cabo, que a su vez revela la maldad del sistema que ha decidido esa muerte.
     Son los únicos que están cerca de Jesús en el momento de su muerte. El resto se mantiene alejado con actitudes diversas. Entre todo el gentío, unas cuantas «mujeres que lo habían seguido desde Galilea» y que pronto serán testigos del verdadero final de este camino que pasó, pero no acabó en la cruz.


  Oración

 
     La cruz es un patíbulo; la crucifixión es una ejecución. Por sí mismas no representan nada bueno. Es el amor de tu Hijo, Padre nuestro, el que reveló tu amor en la cruz. Es la justicia que en el crucificado supieron descubrir dos personas que hoy llamaríamos “alejados” lo que les hizo descubrir que en aquella justicia estaba tu justicia, la verdadera justicia divina.
     Ayúdanos a entender que cuando decimos que “la cruz es la señal del cristiano” lo que estamos diciendo es que hemos heredado ese Espíritu que Jesús puso en tus manos y que con la energía que nos da nos debemos comprometer a hacerte presente en nuestro mundo mediante la práctica del amor y de la justicia. Te pedimos Padre, que nos envíes ese Espíritu por medio de tu Hijo, que, en la unidad de ese Espíritu que esperamos, vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
    


Decimoquinta estación: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?



S.     Te alabamos, Jesús, y te bendecimos
R. Porque con tu amor, que te llevó hasta la cruz, liberaste al mundo.



     Lucas 24,1-12

     24 1El primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. 2Encontraron corrida la losa 3y entraron en el sepulcro, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. 4No sabían qué pensar de aquello, cuando se les presentaron dos hombres con vestiduras refulgentes; 5despavoridas, agacharon la cabeza, pero ellos les dijeron:
     -¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? 6No está aquí, ha resucitado. Acordaos de lo que os dijo cuando estaba todavía en Galilea: 7 “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres descreídos, ser crucificado y al tercer día resucitar”.
     8Recordaron entonces sus palabras, 9volvieron del sepulcro y anunciaron todo esto a los Once y a todos los demás. 10Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago; también las demás, junto con ellas, se lo decían a los apóstoles, 11pero ellos tomaron sus palabras por delirio y se negaban a creerlas. 12Pedro, sin embargo, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Asomándose, vio sólo las vendas y se volvió a su casa extrañado de lo ocurrido.


     Reflexión

     Las mujeres que habían visto dar sepultura a Jesús (Lc 24,55), convencidas de que la muerte lo había vencido definitivamente, van al sepulcro en donde esperan encontrar su cadáver para embalsamarlo. Su gesto es expresión, al mismo tiempo, del amor que sienten por Jesús y de su falta de fe.
     Encuentran el sepulcro abierto y quedan desconcertadas. Dos hombres con vestiduras refulgentes aparecen de repente y dan testimonio de que el final del camino - del éxodo- de Jesús ha sido su victoria sobre la muerte: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado». Se ha cumplido lo que él ya había anunciado. Y el cumplimiento de esas palabras es garantía de que todo lo que dijo era verdad. Por eso no sólo ha vencido la vida sobre la muerte, sino también el amor sobre el odio, la solidaridad sobre el egoísmo... sobre aquel dios falso que habían instalado los jerarcas en el templo ha vencido el Padre; sobre la ley, ha triunfado la libertad. Por eso es inútil buscar a Jesús entre los muertos... o entre los aliados de la muerte.
     En medio de un sistema que desprecia y criminaliza la solidaridad y considera poco rentable el amor es inútil buscar a Jesús; entre leyes frías y ceremonias rutinarias es inútil buscar a Jesús; entre los que anteponen su propia ortodoxia a la fidelidad práctica al evangelio liberador es inútil buscar a Jesús; entre los que esclavizan, explotan y oprimen a los seres humanos es inútil buscar a Jesús; entre los señores de la guerra es inútil buscar a Jesús. Aunque la palabra “dios” no se les caiga de la boca, aunque bendigan en nombre de su dios sus cañones y le encomienden sus víctimas, aunque sus organizaciones lleven el apellido de cristianas, aunque siempre lleven colgada una cruz..., entre ellos es inútil buscar a Jesús. Ese es el reino de los muertos y Jesús está entre los vivos.
     A Jesús se le encuentra, primero, junto al Padre, que le dio la razón y se la quitó a sus asesinos, conservándole la vida. Junto al Dios que él anunció: el que no se deja manipular por los intereses de unos pocos, el que está dispuesto a dar siempre una nueva oportunidad, el padre que se alegra de recobrar con vida al hijo rebelde, el que no manda a su Hijo a condenar al mundo, sino a salvarlo, el que aceptó su muerte, la de su Hijo, porque en ella se lograba y se revelaba un desmesurado amor.
     También se encuentra junto a todos los que han aceptado la vida de ese Padre y, sintiéndose hermanos, luchan para defender la vida digna de los seres humanos: entre los que presentan a Jesús como él quiso presentarse, defensor de los pobres, amigo de los pecadores; entre los que comparten el pan y la vida, entre los que luchan por la justicia, entre los que trabajan por la paz..., entre los vivos se encuentra Jesús porque él esta vivo: el Dios que se dio a conocer liberando a un grupo de esclavos lo ha liberado de la muerte, y de esa manera ha abierto las puertas de la liberación integral y definitiva para toda la humanidad.
     Es el primer día de la semana, el primer día de la nueva creación.
     Comienza un mundo nuevo, nace una nueva humanidad.
 


     Oración

     Dice al apóstol Juan: "Nosotros hemos pasado de la muerte a la vida. Lo sabemos porque amamos a los hermanos." (1 Jn 3,14). La participación en la vida de Jesús resucitado se manifiesta, por tanto, en la práctica del amor fraterno: la fe en la resurrección se convierte en esperanza que se percibe como ya realizada si sus frutos son frutos de solidaridad y amor. Ayúdanos Padre a ser cauce para que tu amor y tu vida lleguen a todos los seres humanos de modo que gracias a esa experiencia compartan también con nosotros la esperanza de que la muerte acabará vencida definitivamente y el gozo de saberse en un Reino que no se acabará, un reino de vida, de verdad, de amor, de justicia y de paz. Te lo pedimos a ti que vives con nosotros y reinas con el Padre por los siglos de los siglos.

 

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